viernes, 21 de diciembre de 2007

DESDE AFUERA

Con ustedes, un Cuentito.

Hubiera querido que fuera diferente. Ella lo sabía. Era la primera vez que lo veía en su vida, pero era fácil comprenderlo. Leer en su rostro sus pensamientos era tan sencillo que no terminaba de asombrarla. De haber sabido que era así de fácil, hubiera aprovechado mejor mi tiempo, pensó.
Él le había dedicado una mirada de lejos. Desde su salón, reconociéndola. Pero no podía separarse de sus hijos, su mujer, su madre, su papá, sus hermanos, sus amigos. De todo su clan que se había presentado en pleno. Paseaba entre los presentes sin dejar de acariciarlos, de besarlos en el viento, de alentarlos. Él sí tenía una familia. Y cómo hubiera querido que las cosas fueran distintas. A ella, en cambio, le daba mismo. A despedirla habían venido unas cuantas tías y conocidos viejos. De esos que se enteraron por el periódico. En verdad ni se acuerdan bien de ti, pero igual vienen porque les gusta el sabor del café de los velorios y aprovechan para ver gente. Se divierten como locos rajando del muerto y apuestan secretamente quién será el próximo.
Amalia estaba ahí afuera. Todavía confundida por el súbito cambio de estado de sólido a gaseoso. Sin haber aprendido todavía a no desear, a no sentir su cuerpo faltante, se moría por un pucho, un café cargado y por mear hacía rato. Comer un poco. Un pollo a la brasa, por ejemplo. Él no quería nada. Aunque si pudiera tomaría una ducha. Su familia había limpiado y emperifollado primorosamente a su cadáver. Pero él seguía llevando el terno gris medio bañado en sangre desde el accidente. Le molestaba la humedad y el pegoste. No podía evitar los estremecimientos del frío.
Ahora que sus orejas no servían más , no tenía problemas para oír, y sin ojos, podía ver todo claramente. Un privilegio miserable pero divertido. Exclusivo para los muertos y los entes divinos. Ahora podía no sólo leer los pensamientos. Sino también oírlos, olerlos. Miraba desde el patio de lajas que unía los dos velatorios, al interior del salón de Carlos. Nunca antes lo había visto. Imposible. Ella conocía a mucha gente. Pero no a este joven. Tenía una excelente memoria a pesar de la muerte. Le gustaba el espíritu de este hombre, quien lamentaba terriblemente, que el velorio lo hubiera organizado su madre. Sufriente por naturaleza y absolutamente desolada por la fatal perdida de su hijo, había encargado todo a una empresa convencional. De esas que te hacen tragarte la muerte como una píldora. Mimos pagados que además salen tan caros. Maldecía no haber tomado las precauciones del caso. Haber redactado en vida por ejemplo una carta. Autorizar a Silvia a organizar su velorio. Ella – la castaña bonita sentada en la esquina, la que no para de fumar –es su mejor amiga. Ha sido la mejor compañera para la fiesta de promoción, su organizadora de juerga al ingresar a la universidad, al egresar y al doctorarse. Como también fue, en complicidad con su esposa -la pelirroja sentada al lado del féretro, la que ya no llora- la organizadora de su despedida de soltero y coordinadora general de su matrimonio, que según las imágenes que flotaban en el recuerdo, fue maravilloso. Música para toda la familia. Ellos felices. Sus hijos, los tres, ya estan en la fiesta jugando, sólo que nadie los ve. Aún no han llegado al mundo.
Él hubiera querido que en su velorio hubiera también una orquesta, y trago abundante para la familia y los amigos. Que bailen y beban. Que lloren si quieren. Y si quieren que se rían, que coman, que olviden. Que sean tratados bien. Si Silvia hubiera organizado esto habría creado también un espacio colindante con velas aromaterapéuticas, un cura, un par de monjas o krishnas, algún amigo psicólogo. Un sitio cómodo para quienes sufrieran más la pérdida. Divanes, almohadones, luz tenue. Un poco de gentileza. Como publicista, tenía muy en cuenta el efecto que crea en la gente el contexto en el que se presentan las cosas. Y le preocupaba lo perjudicial que podía estar siendo para sus niños, su esposa y su propia madre toda esta atmósfera doliente. Viciada de tabaco. Iluminada por antorchas de neón. Si las chicas hubieran organizado esto, todo estaría mejor, pensaba el pobre. No lo enterrarían vestido y con zapatos en esa caja. Lo hubieran cremado. Lo hubieran devuelto al mar. Al viento.
A Amalia le importaba un pito lo que hicieran con ella. Ya en vida, le pasaba lo mismo. Pero no podía evitar sentirse fastidiada. Que la muerte la alcanzara a ella, una mujer de cincuenta y cinco años, léase para este mundo, una vieja, sola, sin hijos, sin plata y con tan pocos amigos, era casi una bendición. Algo nuevo tendrá que pasar, si sigo pensando, pensaba la muerta, Como dijo el filósofo, pienso, luego existo, y no le molestaba para nada la idea de que llegara algo nuevo. Aquí dejaba los bares, los bingos, un cuarto verde de dos por medio con todos sus errores. Unas cuantas deudas. El pañito ajado de belleza con el que secó todas las lágrimas de su juventud. Creía dejar también a sus dos abortos, pero ahora podía ver que la seguían hasta el más allá. Si hubiera tenido un cigarro, en ese momento lo hubiera tirado con rabia al piso. Lo hubiera aplastado. Hasta su muerte era amarga. Pero este hombre, ¿por qué?, ¿por qué dejar así a esos niños, a esas buenas mujeres, a esos hermanos, a ese pobre padre? Nunca le había dado por filosofar sobria y le costaba alcanzar la lucidez. Sus hijos chiquitos. El amor que mata el aire nace en su esposa. Hace rato que venía pensando en las cosas que no hizo en vida y que hubiera estado bueno hacer. Por ejemplo no enamorarse de mujeriegos miserables y desconsiderados. Ir más a la playa. Aunque estuviera sin plata. Dejar de fumar porque sale muy caro en vida y luego resulta que te llevas el vicio a la tumba. Amalia pensaba también que nunca había protestado. Ni por ella, ni por los demás. Había asumido todas sus desazones sin venganzas ni escándalos. Pero su vecino de velorio había conseguido agriarle incluso la muerte. Esto debía ser la compasión. Se preguntó si Dios tendría un sector de reclamos y averías. O algún punto de información. Eso estaría bien, para empezar. Aunque hubiera que hacer cola. En todo caso, se preguntó si Dios tendría algún sector en todo esto. Un escalofrío helado recorrió el recuerdo de su espalda. Ahora que todo era viento, supo que su nuevo amigo se preguntaba una y otra vez, desesperado, lo mismo.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Chica Veneno

Debo un post acerca de la gente de mi colegio. He narrado sólo un momento de ésa época y eso no es justo. Especialmente si consideramos que muchas de las Niñas del Círculo del Dolor terminaron siendo personas muy queridas para mí. Les debo un post. O más. No es éste.

Sin embargo:

Estuvimos en un colegio estupendo, bastante alemán, pero estupendo. Un colegio caro y sólido, con excelentes vistas a futuro. Pero claro, no todo sale siempre como uno espera. En primero y segundo de primaria tuvimos como tutor del salón a un profesor peruano, el profesor V., para mayores señas. El profesor V. era un tipo flaco, criollón, malgeniado. Tenía la piel acartonada de los fumadores. Su sonrisa daba miedo. Era filuda. Me gustaría hablar con su psicoterapeuta,- si alguna vez lo tuvo, -para preguntarle qué fue lo que lo indispuso tanto contra los párvulos en general. Le gustaba agarrársela con Jano, que era chiquitito. Le jalaba las orejas hasta levantarlo del piso. Lo sentaba encima del armario. Alguna vez lo metió en el tacho de la basura. Era un monstruo. Todos temblábamos ante él. Había algo en su voz metálica que me recordaba al lobo feroz. Le temíamos.
El profesor V. gustaba de utilizar un San Martincito, como él lo llamaba. Era una regla dura y ancha. De madera. Gustaba de darnos con ella. Pero lo peor no era el golpe. Lo peor era que el muy hijodeputa te hacía pasar al frente y agacharte como cuando los gatos mueren. Y así, inclinado, culierguido, te daba un buen par de reglazos en el rabo frente a todo el salón. Te quedaba picando de verdad y rabia. Los ojos inyectados en sueños de venganza. A mi nunca me había dado. Simplemente supongo que no me lo había buscado. Era , hasta ese día, una niña tranquila, lúdica pero respetuosa, incluso reservada.

Hasta ese día.

Teníamos tarea. Había que pintar un mapita con lápices de color. Yo, como otros, tarjé mis lápices y boté la viruta al piso. Gracias a Dios, estaba allí nuestro amado maestro para enseñarnos que eso no se hacía. Los cuatro, al frente. No recuerdo si le había dado antes a alguna chica con el San Martín. Los chicos se levantaron resignados de sus sillas e hicieron una fila de penitentes. El resto del salón comentaba y reía nervioso entre dientes. Pasó el primero. Agáchate. Silencio. El San Martín corta el aire y encuentra el culo jóven. Azote. Tss, ay, dice el primero y se va rabopicante a su lugar. Pasa el siguiente. También el tercero. Nadie mete chacota porque saben que se ganan una saludada. Me toca. Mi corazón late fuerte. Me toca. Miro a mi maestro. Tengo siete años. Miro sus ojos, adentro. Miro al hombre. Tiemblo. Lo veo adentro. Tiene miedo. Tienes rabia. Esto lo haces sin sentido. Te divierte. Han sido cruel conigo. Lo comprendo. Te comprendo. Agáchate. Su voz cachosa retumba en mis oídos. Su burla metálica en mi corazón. Agitado. Agáchate, qué esperas. Te miro. Decido. No me agacho nada, viejo de mierda. No te lo grito por que tengo siete años. Agáchate, he dicho. Te miro. No me agacho nada, perro, entérate. Llévame al director. Que llamen a mis viejos. Pero no me agacho, porque te he descubierto. Nos pegas por diversión. Te gusta vernos humillados. Hijodeputa. No me agacho nada. Te miro. Te sostengo la mirada. Me pregunto si me darás una cachetada. Qué será de mí. Nunca he retado a nadie. Pero hoy te reto a tí. No me agacho nada. No sé que pasará. Pero te he descubierto. Mira mis ojos. Viejo cabrón. Maestro de mierda.

Silencio. En el salón se puede oír la garúa cayendo afuera. Yo no oigo nada. Oigo la sangre que bombea mi corazón. Me miras, V. Me mides. Sonríes escalofriante. Segundos como horas. Abres por fin tu boca seca y dices, Esa, mi Chica Veneno. A sentarse.

Me quedo clavada en la tierra. No se bien qué hacer. El sentido común me dice que me siente. Pero quería seguir ahí. Mirándote. No hacer. No lo que tú quieres. Seria, reconozco mi victoria y voy a senatrme. No sé si alucino pero siento algo nuevo. Mis compañeros me miran mudos. El profe se hace el loco y sigue la clase. Algo nuevo. Respeto. Y en mi mente retumbando sus palabras. Esa, mi Chica Veneno. Los ojos llenos de lágrimas por no parpadear. Lágrimas dulces de no bajar la mirada. No me agacho nada. Descubrir el ojito fiero. Poder.

Un halo feroz me cubre desde ese día. Sin querer. Les quedó grabado a mis compañeros que yo era brava, y me quedó grabado a mí también. Tú puedes. Tú tienes el poder. El poder de ser tú mismo. No pasa nada si lo eres. Sólo sorprendes a los demás, acostumbrados a ceder a su temor. Yo tengo los riñones jodidos hoy en día, ya no puedo abusar de ellos. Para mí, está claro que en los riñones se aloja el miedo. Con lo que digo que en realidad tengo miedo, tengo siempre mucho miedo. Pero comprendí que tener miedo y ser cobarde no es lo mismo. No me jode tener miedo. Pero sí que me jode sentirme cobarde.
No me lo permití más. Comprendí que una de mis misiones en esta vida era enfrentar día a día a mi Inmenso Temor. Por que en él residía el Maligno. El miedo me lleva a la codicia, a la envidia, a la ira, a la confusión. Así que lo hice todo. Desde ese día comprendí que debía hacer todo lo que me diera miedo. Caminar en la casa a oscuras. Atreverme a ir al baño de noche. Arriesgarme a ir siempre un poco más allá con mi bicicleta, aunque hubiera que cruzar el Barrio Gris. Del que hablaré en otra ocasión. Tirarme del puente. Viajar. Vivir sola. Estudiar teatro. Atreverme a creer que soy divina y amada, Hija de Dios. Desconocer el destino que mi madre tenía preparado para mí. Creer en mí. Todo. Todo eso se lo debo al profe V., cuando sorprendido me dijo la frase que indicó mi salvación, Esa, mi Chica Veneno.

Siempre me gustó esa canción, además. Decidí que era así. Yo era la Chica Veneno. Que nadie se acerque a hacerme daño. Porque lo lamentará. Podrá llevarme de encuentro pero no saldrá ileso. Nada me tocará. Nadie podrá perturbarme. Bueno, sólo mami. Sólo ella. Hasta que aprenda cómo impedírselo. Porque con ella no funcionan estas técnicas. Ella me parió. Sabe quién soy. Sabe de mis fantasmas solitarios. De mi pena prenatal. De mi debilidad por la ternura. Ella sabe todo. Y en todo caso, si yo soy la Chica Veneno, pues ella sería Madre Veneno. No, esto no funcionaría con ella. Pero sí con todos los demás. Cuando mi padre vió por primera vez mi ojito fiero, no recuerdo porqué, casi me besa. Se hizo el loco, porque sabe hacer que los demás sientan el peso de la jerarquía. Pero no se me escapó el asomo de una sonrisa. Claro. Lo que se hereda, no se hurta.

En fin. Gracias al coraje y la falta de respeto a la imágenes institucionales que aprendí de mi buen maestro el profesor V. , en el año 94, después de terminar colegio y de sacar mi libreta electoral, me fuí a vivir a la ciudad del Cuzco. Este viaje... bueno, pues merece sin dudas su propio post. Sólo diré que llegué a la ciudad del Cielo un día gris y chato, limeño. Al mes comprendí que tenía que hacer algo con lo último que me quedaba de dinero, conseguir un cuarto, algo. Ya no podría vivir más en un hostal. Necesitaba una pensión. Y un empleo. Siempre supe que iría a Cuzco a parchar, porque deseé hacerlo desde la primera vez que ví un hippie en esa ciudad. Que ahora que lo pienso fue a los siete años, año de la viruta y de la Rebelión de la Niña Veneno. Me hablaron de esta casa en Tanda Pata, en San Blas. Número 164. Toco la puerta, y si mal no recuerdo, Rosa - como la mitad de las mujeres de mi familia- me abre la puerta, me sonríe, le gusto y me alquila una habitación. Sólo tengo doscientos soles, señora. Dos meses. Me instalo. Escogí este cuarto porque es pequeño. El más pequeño. Tendré frío cuando llegue la helada. No me conviene un cuarto grande. Y éste es alto, además. Queda encima de un baño, pero no huele mal. En la sierra, rara vez algo huele mal. El frío inhibe la peste. Sólo me bastó abrir la ventana pequeña para saberlo. Aquí me quedo, aquí. En la cima de San Blas. Te veo, Cuzco. Me esperabas. Me llamaste. Aquí estoy, Padre. Dígame por dónde debo seguir. Los dos meses pasan rápido y ya no tengo plata. Estoy parchando en la plaza de día con todos los hermanos que viven en la Chola y en nuestra casa, que hemos bautizado como Intiwasi. Gano un aproximado de cinco soles al día y con eso no me alganza. Necesito un empleo. Y alguien con quién compartir mi nimia habitación.
Tú no. Tú tampoco. Amo mucho a mis nuevos hermanos pero no confío del todo en ellos. Sé que me les gustaría tirarme. Está bien. No lo censuro. Pero no dormiré en paz y menos borracha. Las chicas son pocas. Casi todas tienen novio. Esposo. hijos. Y las pocas que no, me resultan sospechosas. Algo no me gusta en el fondo de su mirada. Pago el daño hecho por todos los blancos a lo largo de la historia. Lo comprendo. Me someto. Comparto, si lo aceptan, abrazos y sonrisas. Pero no comparto mi cuarto. No ahora. Vengo de Lima, de la casa de mi madre, donde he sufrido tortura. Bajo caminando a la plaza. Es de noche. Hace frío. Se acerca la helada. No tengo, naturalmente, dinero para regresar. Lo duro esta vez, es que por primera vez tampoco mi padre me podría ayudar. Tal vez ni siquiera si volviera vestida de madera. Estamos jodidos. Jodidos. Bajo. Amo la vida de las plazas. Pero amo sobre todo la vida de esta plaza, donde el tiempo hierve detenido. Saludo a los parceros. Los quiero de verdad y para siempre. En verdad. Algunos, hoy ya están alimentando gusanos. Naturalmente. Eso no extraña a nadie.
Te veo entre la gente. Eres alto. No he visto tu cara. Tu ropa es vieja y sucia. Tu pelo extraño. Eres alto. Tus ojotas dejan tus pies desnudos y te cubres con una manta vieja que luego me confesarás es de un perro. En ese momento no sabía de tí, de tu busqueda. No sabía que habías regalado todo buscando anular tu ego. No sabía nada de tí. Pero te ví. Y supe. Como he sabido siempre todo, aunque me haya esforzado en confundirme. Me acerco a tí. Hola, ¿cómo te llamas? N. ¿y tu? K. ¿Acabas de llegar? Si. ¿Tienes dónde vivir? En eso estoy. Ven a mi casa. Te invito. Necesito pagar mi cuarto a medias. Ven a mi casa, te espero.
N. no llegó. Lo encontré tiempo después y me confesó que no había venido porque no había confiado en mí. Era muy raro eso. ¿Cómo lo había invitado sin conocerlo?. Pensó que le robaría. ¿Yo?... Lo mandé al carajo. También si quieres, salame. N. aceptó, y vino a vivir conmigo. Mi querido, querido compañero. A veces la vida te premia conociendo gente extraordinaria. A veces pienso que escribo por si acaso la pena me vence un día y lo olvido todo. Hay personas y lugares que no quiero olvidar nunca. Hasta que me venza la nostalgia.

El otro día me fuí a el concierto de vuelta de Soda Stereo. Dicen que el primero estuvo increíble, pero yo fuí a la segunda fecha. La entradas para el primero volaron. Es facinante entrar a un estadio lleno de gente. Es una sensación impresionante. Para mí, ver a toda esa gente en las tribunas es como presenciar un tsunami. Como flotar en una balsa con el mar bravo. Sin embargo, la gente estaba apagada. Apagada. Habían pagado. Habían sacrificado su noche dominical. Habían llegado hasta ahí a soplarse el tráfico de salida, el riesgo de estampida por terremoto, etc. Supuestamente, con fines de entretenimiento. Nada. Parecíamos un estadio de suecos. Jamás nos ví más nórdicos. Se me fue la moral al piso. ¿Qué está pasando? ¿Qué está pasando con nosotros? Yo he pagado esta entrada. He venido desde Huachipa. Voy a irme sola de noche, a jugarme el pellejo en la carretera sólo por venir a vivir este momento. Con ustedes. Muertos. Todos muertos. Cerati no podía esconder su sorpresa. ¿Están bien? Preguntaba. Qué cólera. El estadio lleno. Yo estoy cerca, muy cerca, abajo en el campo. Seguro que de arriba pueden vernos. Seguro ue del escenario pueden vernos. Todos muertos. Ovejas. Decido. Bailo. Jódanse todos, yo bailo. No suelo gastar mi plata por las huevas. No estoy acostumbrada a ceder a mi autocensura. Hace tiempo comprendí que la realidad no existe. El qué dirán no existe, no conozco a esa gente. Y si la conozco, me importa si me ama. Y si me ama, respetará lo que hago aunque no lo comprenda. Así que, racionalmente, me importa un pito la gente. Pero claro, eso es siempre un decir.
La verdad es que cuando eres el único kojudo, lúcido o no, bailando entregadamente en un mar de impávidos, es posible que sientas un plomo denso impidiéndote el vacilón autoimpuesto. Hay que hacer un gran esfuerzo. Disponer de mucha enrgía. Lo bueno es que Dios los hace y ellos se juntan. Así que de pronto tenía un par de desadaptados a mi lado, bailando con frenesí. Parecíamos concientes de que la vida puede acabar ahora mismo. Lo pasamos bien dentro de lo posible. Por lo menos, me gustaba estar entre gente a mi parecer valiente, auténtica, aparentemente conciente de lo breve de la vida. Al final del concierto hubo que irse a casa. Había ido sola. Si Ud. no es limeño, no sabe lo que es Lima. Chaveta borracha que asoma silbando una salsa sabrosa. El centro es un post aparte. Y cuentan, los que han estado por ahí, que las inmediaciones del Estadio Nacional tienen un perverso parecido con el patio anterior del Infierno. Si, soy brava. Pero no kojuda. De ahí no debes salir en singular. Dejas el estadio en mancha. En caso de tumulto por concierto, mínimo de a dos. Así que me giro a uno de los Bailarines de la Cósmica Conciencia del Momento, al que no tenía novia mirando feo a la chica que baila-sola-y-sonrie-a-todos, y le pregunto si tiene alguna idea de cómo salir de ahí. Si, me dice, Tengo que encontrarme con mi hermano y su novia. ¡Okey!, pienso y pregunto si me podrán jalar a donde sea conveniente tomar un taxi, porque mi auto está en Miraflores, que es otro distrito. El chico es misterioso. Siempre me ha gustado eso en la gente. Cuando es genuino. Por lo menos, me despierta la curiosidad. Le pregunto ¿Qué haces? Soy policía, me dice. Grave, bajo, asolapado. Tombo, sin duda. ¡Uf! Me entusiasmo. ¡Tombo! No aguanto y le digo, Y yo fumándome tronchos a tu lado. Me hubiera resultado igualmente excitante si me hubiera dicho que era asaltante de bancos. Qué quieren. Tengo debilidad por los buenos y por los malos. Amo a la gente extraña. Y qué más raro que un tombo. Un tombo peruano. Me pareció sensacional. Y lógico. Claro, a éste qué le va a importar lo que diga la gente. Me sentí protegida, también. No porque fuera tombo, sino porque no creo en las casualidades. Todo es por algo en mi mundo. Dios me cuida. Me pareció lógico que me enviara un tombo joven y soltero para mi salida.
Salimos. Nunca encontramos a su hermano o a su novia. Tomamos un bus. Maravilloso. No tomaba una 73 desde hacía años. Demasiado tiempo. Bajamos. Adios, le digo, porque cuando ando confundida no ando de amores y además te huelo casado y padre por lo menos de uno. Me pides mi correo. Bueno. Te lo digo al vuelo. Lo recuerdas contra todo pronóstico. Me escribes. En mi fantasía imagino que lo conseguiste porque los tombos consiguen todo, y a esa altura mi fantasía francamente me da miedo. Hay que recordar siempre que yo sería, más bien, del otro bando. Conversamos. El chat es inquietante. Enmascarado por la pantalla. Anárquico. Incierto. Escribes. En tu plantilla se te ve con un bebe. Acierto. Me cuentas que tu esposa se fue de viaje y se llevó a tu cachorrito. Me cuentas, que estás solo. Mmm. Qué horror. Pobechito. Te doy cuerda. No me voy a tomar contigo ni una chela. No me gusta cargar con el karma de ser la fulana con la que las esposas se revuelven en pesadillas gástricas. No me gusta cargar karmas en general. Estoy por cortarte, y te hago una broma más de las cincuenta que te he hecho en relación a tu tombez. Y de pronto, me escribes. ¿Sabes K.? Tengo que confesarte una cosa. No soy Policía.

Me había mentido. Me mintió porque le pareció raro, tu entiendes, Como conversabas y eras así, súper amigable...pensó que lo iba a poner a la salida, que estaba acompáñada por algún avezado que lo esperaba en la sombra. tuvo miedo. Miedo de mí. De mi sonrisa gratis. De mi sensualidad. De mi asumida locura. Estuve por mandarlo al carajo. Me gustan los policías y los ladrones, pero no los inventadores. Imaginé de pronto su cara al otro extremo de la fibra óptica. Ví sus ojos. Ví adentro del temblor en el brillo de sus pupilas. Tienes miedo. Recordé el temor en los ojos de los taxistas que a veces no quieren llevarme sola de noche a Huachipa. Siempre me hacen sonreír. Me miran y me miden, pero algo en mi mirada les hace sospechar que estoy armada, o que subiré al auto a algún amante armado en un descuido. Recordé quién soy. Recordé que soy la Chica Veneno. Me diste ternura y comprendí tu miedo. Sin embargo, por molestar te lo dije, Qué decepción. Con la ilusión que me hacía el uniforme. Estuviste a punto de enrolarte en ese instante. Manos arriba. Separe las piernas.

Cuando estoy confundida no me enredo. Lo dije sólo por molestar un poco. Sólo para que la próxima vez creas un poco más en Dios. En tí. En todas las sorpresas que te tiene guardadas el Cosmos. Esperando.
Me hace gracia. Me siento como un gusano pequeño con manchas grandes como ojos que asustan a los pájaros hambrientos. Tiemblen. Yo soy la Chica Veneno.
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Regina, este post te lo dedico a tí, por ser la segunda vez que me arreas y me sientas a escribir. Muchas gracias.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Mi Novela Útil

En Lima, Perú, estámos refrescando una antigua actividad. Oír radionovelas. Tal vez pensará Ud. que le estoy tomando el pelo, en plena era de internets varias y de cafeteras con cámara included. Pero nada más lejano de la verdad. Hace ya varios años, mi querido amigo Alonso A. me contó el proyecto. Se llamará Mi Novela Favorita, me dijo. Y es una selección de cincuenta novelas, aproximadamente, que dramatizaremos y pasaremos por radio. La selección la hará El Gran Hombre. El Gran Hombre es Mario Vargas Llosa. Pero suena muy rimbombante MVLL vendrá a grabar, MVLL dijo que sí, a MVLL le gustó... así que simplemente lo llamamos el Gran Hombre, como una suerte de cabeza simbólica del proyecto. La cabeza real, es Alonso A. El invita a los escritores a hacer las adaptaciones para radio, delega el trabajo de producción y da el visto bueno sobre las voces de los actores. Además dirige in situ.
Y eso es algo lindo de ver. En una pequeña isla de audio en el estudio de Audio Post- tal vez no es pequeña, pero somos un batallón-, nos encontramos los actores. Afuera, Alonso cierra los ojos mientras mira la película. A., el ingeniero de sonido egresado de Hogwarts, escucha con la columna atenta. Algunas veces se trata de escenas casi privadas de uno, dos o máximo tres actores incluyendo al narrador. Otras veces somos un gallinero de nueve, diez, once cómicos, cacareando casi al unísono, recreando grandes gestas, peleas de plaza o linchamientos populares. Pueden imaginar que estar adentro es de lo más simpático.
Yo adoro a mis colegas. Incluso a los insoportables. Incluso a los que no fuman y joden porque yo huelo a tabacos varios. Estar con ellos trabajando es siempre un poco volver al patio del colegio, a la broma indispensable. La gran mayoría- o la mayoría que actualmente trabaja- goza de un saludabilísimo sentido del humor. La broma inminente es un estado de trabajo. Esto no le resta, naturalmente, seriedad a la representación, al contrario. Le da frescura. Le da lo que nosotros conocemos como sonrisa interior. Que tan bien vende. Y que no es otra cosa que ganas de vivir y de reír. Vitalidad. Eso, se transmite por la voz. Y los actores sabemos cómo alcanzarlo. Aunque por dentro estemos muriendo, sabemos reír generosamente. De hecho, tal vez sea lo primero que aprendamos a hacer. Cuando hay que repetir una toma muchas veces, ya sea por que un actor no llega al pico de la emoción o porque alguien pasó la página en un mal silencio, conviene mantener el buen humor. Que a veces deriva en saludable chacota que de ninguna manera dura más de treinta segundos. Pero qué efectivos.
Grabamos desde la primera lectura, porque ha habido casos de comunión mágica en que la escena ha quedado desde la primera toma. Que quede, quiere decir que es eso lo que saldrá al aire. Cuando eso pasa, Alonso nos dice Ni ustedes podrían hacerlo mejor, y pasamos a otra cosa. Hay otras veces en que hay que grabar diez veces lo mismo porque recién durante los ensayos vamos descubriendo todos la verdad del momento. La escena, como el ser vivo que es, se revela a veces tímidamente, a veces con franca crudeza. Lo que es sensacional es que Cinthia M., -rubia sabrosa de veintitantos inubicables, asistente del director, productora ejecutiva, encargada de casting y guionista fecunda- te llama la noche anterior y te dice, K. ¿tienes tiempo mañana? Serás Madame Bovary. O serás Ana Karenina. Eso, si eres protagónico o narrador. Lo común es que estos socarrones - pero generalmente, hábiles- representantes de la comedia del mundo lleguen a la cabina sin tener la más peregrina idea de quién serán ese día. Serás la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas. Espera, no te vayas. Eres la Paloma Cotorra tambien. Extraordinario. Y entonces le preguntas al director, Maestro, y tiene usted alguna idea, alguna imágen que me acerque a la Paloma, y te dice Claro, piensa que es una chismosa, está aburrida de no tener con quién conversar, harta de que le quiten sus huevos, al borde del colapso pollil... Entonces empiezas a actuar. En inglés, to play. Y es eso, verdaderamente. Un juego. Un partido. Tus compañeros te dan risas, gritos, caricias y silencios. Tu devuelves. Recibes y das muerte. Es posible que en dos días hayas sido el Conde de Montecristo, que lo hayas perdido todo y vuelto a recuperar. O que hayas vivido de esperanzas y muerto de desencanto como Madame Bovary. Todo en dos días. Porque si bien podemos ir a trabajar en buzo, si nos place, ya que la cara no se nos ve, la voz no miente. Si los ojos son el espejo del alma, la voz es El Alma. Así que no hay lugar a trucos o trampas escénicas cuando tienes un micro capaz de capturar el rumor que dejan tus lágrimas cuando ruedan por tu rostro.
Lo peor que puede pasar, es que alguno venga a trabajar resfriado. No sólo porque generalmente se le oye fatal y la voz se va aclarando demasiado mientras pasa la mañana- lo que es un problema si piensas que esto se graba como el cine, es decir en total e impune desorden. Y eso quiere decir que puedes empezar el día con la escena final y continuar con el principio, y cosas del género-, sino porque la semana siguiente tendrás un ramillete de actores moqueadores. Si a alguien se le ocurre ir a trabajar de mal humor, puede saber que es la última vez que trabajará allí. Se han visto casos. Y como que a todos nos gusta volver. Te dan sanguchitos. Los colegas son tan amenos. Pagan con justicia. Y es un increíble entrenamiento actoral.
La parte de los guiones es otra cosa. Yo tuve el honor de hacer la versión de radio de La Madre, de Máximo Gorki. Tuve que perseguir a Alonso un tiempo, para que me diera la oportunidad. Alonso, te juro que yo tambien escribo. Gracias a Dios apostó y me dio La Madre. Allí empecé a comprender la grandeza del proyecto. Porque yo nunca había leído ese libro. Como el 80% del pais, probablemente. Tenía en mis manos el deber de intentar hacerle justicia al gran Gorki. Si es eso remotamente posible. Pero más aun, tenía el deber de seducir al perú radial a leer la verdadera Madre depués de oír la nuestra. La verdadera, la de seicientas páginas. Es toda una aventura conseguir que entren seicientas páginas en siete mil palabras. A veces se sacrifican personajes. En mi caso, habían tres Nikolais. Los convertí en uno solo. Es un poco un oprobio. Pero es un sacrificio que se hace en pos de la seducción a la lectura. Cada bloque debe ser atractivo y eso a veces hace que no haya tiempo para desarrollar profundamente los personajes digamos, de reparto. Pero la cosa es que funcionó.

Funcionó. Ahora le dejan de tarea a los chicos en muchos colegios escuchar el programa. Los chicos están escuchando por primera vez algún acercamiento a los grandes de la literatura. Y los no tan chicos, como yo, también. Y qué acercamiento. Con orquesta y caballos que corren desbocados. Yo alucino a nuestro público. He hecho teatro por casi todo el Perú y sé que sólo en las ciudades hay televisores. Y sólo llegan uno o dos canales. Imagino a nuestro público en el monte, agazapadito, escuchando atento. Lo imagino en su canoa, surcando el rio silencioso con su mini radio a pilas. Lo imagino en casa, los grandes y los chicos oyendo. Los grandes recordando los tiempos de la radio. Los jóvenes imaginando paises nuevos, pasados incógnitos. Alucino a nuestro público peruano, humilde y agradecido- si no me creen lean el blog de MNF en RPP- y me provoca llorar de amor y rabia, porque somos un pueblo ávido y curioso y continuamos siendo los parientes pobres del mundo educativo. Hijos de Puta. Grandísimos hijos de puta los que quieren tenernos ignorantes. Porque ése, ése sí es un crimen.
Rpp es una empresa privada, con claros fines de lucro. Y ha visto en la cultura una forma de enriquecerse. Los bendigo. Antes pensaba que la plata era el diablo. Ahora creo que la plata puede traer al diablo. El diablo de no querer que otros también se desarrollen.

Me gusta haber trabajado en Mi Novela Favorita.

Mi Novela Útil, hecha con tanto cariño. Hecha en el Perú.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Oficios 1- Conversar con Ku-Ku-lees

Mi amiga J. me ha dado una buena idea para un post. Pasen por mismidad de J. Está buenísimo y escribe con frecuencia. Su último post me ha hecho recordar cuántos trabajos he realizado. Soy actriz de profesión. Dramaturga por defecto. Ser artista hoy en día no es fácil- creo que en ningún lugar del mundo- Ya ves a Brad Pitt volanteando de pollo a la brasa.
Mi familia tuvo plata. No la heredó. La hizo mi viejo y la perdió cuando yo tenía como catorce años. Así que a los quince me conseguí mi primer trabajo. En una tienda de surf. Mi viejito me firmó un permiso para que pudiera chambear y naturalmente, me explotaron de lo lindo. Pero todo tiene su lado bueno. Ese año se hizo en Lima el primer festival Internacional de Reggae (GUAU***...) y vino Yellowman a cantar. Vino Eek a Mouse y no recuerdo quien más. Aquí representaba Tierra Sur. La famosa tienda de surf se apuntó con el concierto y los artistas firmaron autógrafos allí. Donde nadie hablaba inglés. Tan sólo su servidora. Yellowman es un tipo curioso, por decir lo menos. Es el único negro albino que he visto - bueno, en Lima hay tan poca población negra, igual- y le faltaba, literalmente, la mitad de la cara. Cuando se hizo famoso se compró un yate. Y nunca entendí como, tuvo un accidente en ese yate que lo dejó sin un lado de su cara. Sin embargo había algo en él que brillaba. Más allá de su piel insólita. Más allá de su pelo amarillo limón. Fue la primera vez que temí tener un día un yate.

Sólo duré un verano. Me prometí no volver a dejarme explotar. Pero me equivoqué, naturalmente. Mi siguiente trabajo fue en un grifo. Sí, de grifera. Tengo el honor de representar a la primera generación de griferas que hubo en Lima. Curiosamente, allí no me explotaron. En esa época te pagaban como modelo. No estaba mal eso. Sobre todo porque yo no había modelado nunca nada ni lo hubiera hecho. (Eran otros tiempos. Las personas tenían las ideas claras y los que soñaban con ser actores serios no eran modelos ni mucho menos hacían tele - Horreur -. Cobain estaba vivo. Y nosotros lúcidos e inconformes con el Gran Proyecto de Mentira Mundial) Era una vergüenza lo que ganaba yo y lo que ganaban mis colegas, señores en su mayoría. A mí me pagaban. A ellos,... en fin. Tenía dieciocho años. Acababa de dejar mi banda. Toqué en una banda punk, pero eso no cuenta como trabajo. -Tocabamos en garajes. Venía serenazgo a callarnos. Alguna vez nos echaron caca de una ventana. - Había dejado la banda y necesitaba dinero para irme de Lima. No soportaba más. Odiaba a mi Lima. Odiaba a mi madre. Me odiaba profundamente. Necesitaba plata. Urgente. Odiaba al mundo que me invitaba a corromperme. Pero amo a mi viejo. No hagas nada de lo que te avergüences. No hagas nada de lo que te arrepientas. No hagas daño gratuitamente. No puedo trabajar en una oficina. Primero muerta. Me han ofrecido protagonizar una novela. ¿Qué mierda? No ahora. Me muero. Me pierdo. El mundo me prueba. Necesito plata. Aparecen el grifo y el señor S. El señor S. es un viejo churro, ni tan viejo, con un carro lindo y blanco. El no es blanco. Tiene un color hermoso que te recuerda al sol. Pero tiene la sonrisa blanca, blanco el trato. Me miras, jefe. Te preguntas qué carajo hago aquí. Te entiendo. Tampoco te cuento más de la cuenta. Vas notando que soy tardona pero correcta, que los colegas me estiman. Cuando te digo que me voy me dices Qué bueno, pero si un día necesitas trabajo, regresas. Y con ese dinero, me fui a Cajamarca.

En Cajamarca me quedé sin plata a los dos meses. Estuve seis allí. Me atrevo a decir que seis meses son demasiados para Cajamarca. Sobre todo para Cajamarca misio. Toqué guitarra en un bar. No iba a conseguir nunca juntar la plata para regresar con lo que ganaba.
Mi abuela, la italiana, jugaba una tarde con unos naipes de formas curiosas. Qué cartas son esas, abuela. Es el rocambor. Tieni. Yo la había visto jugar un juego misterioso que jugaba a solas. Un juego que la apartaba en silencios antiguos. Un velo invisible la cubría del mundo, absorta y corvada frente a sus barajas. Tieni bagnona, tieni. Nadie me enseño a leer el rocambor. Un secreto viento helado me susurra al oído lo que es. Me detengo a tomar un jugo en la plaza de Cajamarca. Señorita, ¿cuánto cuesta un jugo surtido? Qué caro... ¿Y si se lo canjeo por una leída de cartas?
Hay gente que tiene visa, diners o mastercard. Yo no tengo tarjetas de crédito. Yo tuve cartas de crédito. Viajé mucho con ellas. Me costó dejar de leerlas. Eramos buenas amigas. Pero un buen amigo me preguntó un día, K. ¿te has puesto a pensar porque todas las mujeres que leen terminan solas en un callejón?

La señorita de la juguería le pasó la voz a las pocas tías pitucas de Cajamarca. Me regresé en una semana a Lima. La plata se me acabó rápido aunque había vuelto a lo de mis papás. Esa fue la época más dura en mi casa. Acababa de terminar el colegio. No sabía qué estudiaría. Me gustaba el teatro, pero me sentía la más incapaz de las actrices. Me gustaba la música. La clásica también. Pero me llamaba el rock, la noche, el punk, los blues y toda forma de anarquía y hedonismo. No podía hacer de eso mi vida. Iba a durar poco. Pintar me gusta y lo hago, modestia aparte, bastante bien. Pero mi mamá es pintora. Antes de tomar esa ruta como profesión, está más cerca que termine todas mis terapias. Había pensado en estudiar literatura, pero luego de años de rajar de los escritores de la Católica - disculpen ustedes- y sobre todo de los pseudo-escritores universitarios en general, decidí seguir el buen consejo de mi amigo el poeta y no estudiar literatura si pretendía ser escritora. Ahora él estudia literatura latinoaméricana en San Francisco. Pero ya ha publicado no se cuántos libros. Así pos sí.

En fin. Regreso de Cajamarca en micro interprovincial de ruta, durmiendo en el pasadizo y peleando con todo el mundo por ello. Pero no podía más, volaba en fiebre. La infección renal se llevó mis ralos ahorros y pronto me ví tocando la puerta de el sr. S. , allá en el grifo del Sau San. El sr. S. estaba distinto. Seguía pareciendo una suerte de James Bond de Totoritas. Pero había bajado de peso. Un día una señora regia parqueó su convertible putísimo al lado del meche blanco hueso de mr. S. Subió con sus tetas y su naríz y sus miles encima en trapos. Y se armó el bochinche arriba. La señora quería dinero. Y el sr. S. no quería darle. Tal vez porque la había encontrado en la cama con su amante en Totoritas. Un muchachito. El Sr. S. era churro, y buena gente. Claro que uno no sabe lo de nadie. Pero ahora que lo pienso, esa experiencia me dejó sin ganas ya no sólo del yate de Yellowman, sino del meche del sr. S.

Trabajar en el grifo no estaba mal. Me costaba llegar temprano. Pero los colegas eran comprensivos. Había tres islas y una chica por cada isla. Una isla son estos espacios donde están las máquinas dispensadoras. Sólo había chicas de día. Yo escogía la isla del fondo, que tenía diesel, 97 y 84. Así que o me llegaban las combis y los camiones, o los carros más fichos. Aprendí mucho sobre mis prejuicios allí. Al inicio estaba arisca con los camioneros y los cobradores. También con los señores poderosos de autos caros que viven en la parte impagable del cerro.Y resultaron ser los más simpáticos. Me trataban bien. Con respeto. Divertidos, siempre sorprendidos. Las que fueron unas brujas, fueron las mujeres. Especialmente las de 35-50. Brujas. Apenas bajaban su ventanilla. Eléctrica, la mayoría de casos. Sacaban sus brazos generalmente huesudos por la ventana. Lleno. 97. Apenas miraban para a fuera desde sus máscaras de mujeres exitosas. Desde sus gafas de 300 dólares. Desde sus fortalezas de cristal que las conectaba y desconectaba del mundo con el ejercicio de un dedo enchapado en oros varios. Lleno. 97. Me hacían recordar un poco a mi madre antes de caer en la ruina material. Pero mi vieja era más simpática. La vida da vueltas. Yo por mi parte, las miraba con antojo. Si, soy guapa, vieja de mierda. Te jode. Soy guapa a pesar de mi pelo descostrado y rojo como los moños que me fumo cada mañana. Soy guapa por que soy libre. Por que busco mi Destino. Tú no sabes nada de eso. No sabes nada de nada. Ya no me caes mal. Me das pena. Tal vez tus hijas. Tal vez, con suerte. Lleno, señora. ¿Boleta o factura?
Trabajar en en el grifo era sumamente nostálgico. Era verano. Yo echaba gas con este trajecito rojigiallo de la shell. Nos pagaban cuatro veces más que a los demás griferos por mostrar las piernas, ésa es la verdad. Pero no eran parte del vestuario los zapatos. El Sr. S. me dejaba ir en chancabuques. Sabía que me jodía el chorcito ése. A la hora del almuerzo, roleaba en el baño una roja prodigiosa que no se ha vuelto a ver en Lima. Y me iba a fumar al parque. Después, conversaba con las cuculíes. En serio. Si aprendes bien a hacer el cantito ese, te responden. Ku-ku-lee. Te lo juro. Las tardes morían bellísimas bajo el fresco del techo alto y prefabricado del grifo. La brisa del verano se llevaba el CO2. Los cabellos al viento de mis dieciocho años. Mis compañeras en sus islas contra el sol. Recuerdo sirenas urbanas a contraluz.

Junté la plata. Me despedí de mi hermano. Me despedí de mi hermano en un momento indespedible. Si no fuera porque realmente estaba al borde del asesinato o más probablemente, del suicidio, no lo hubiera abandonado ahí. He hecho muchas cosas en mi vida y sólo me arrepiento de una, que no mencionaré. Pero dejar a mi hermano en esa casa fue algo que hasta el día de hoy me llena de rabia y pena. No tenía opción y él lo sabe. Lo comprende. Lo acepta. Pero lo abandoné. Y quebré algo con ese abandono. Lo sé.

Falta mucho. Falta el trabajo en los bares en Cuzco. En los de Lima. Las lecturas de cartas en Lima. En Barranco. Los pasacalles. La venta de sánguches y chelas en nuestro negocio en Huachipa, antes de que fuera un restaurante como Dios manda. Los trabajos de estatua viva. En Lima. En Barcelona. Los talleres de teatro en provincias. En el corazón del Amazonas. Las novelas. El teatro. Actuar en Francia. El teatro. Actuar en Brasil. Dirigir. El radio-teatro... Pero escribir sobre el trabajo me ha dado pereza.

El malecón - Lima


El ojo de fotógrafo es de la gran - en todo sentido- Colleen Ordoñez.
Grande Cola.
Más?
www.rc-pictures.com

sábado, 24 de noviembre de 2007

Así viven las Reses Bravas











Toros, Sol y Sangre

He oído por ahí que los Dragones y las Serpientes del horóscopo chino están, prácticamente, en su última reencarnación. Sin embargo, si acaso tuviera que volver un día, si tuviera que volver como vaca o toro, rogaría, Señor por favor escucha, que fuera como vaca o toro de lidia. No permitas por nada en este mundo que vuelva como vaca de Mc Donalds, o Mc Mkgoenlavaca. Déjame correr libre por el campo hasta que llegue el día de mi destino. Que si tengo suerte me llevo de encuentro a mi asesino. Que si tengo suerte nos hacemos una tarde histórica, me devuelven mi vida y me muero de viejo. Rodeado de vacas sanas que alimentan a mis hijos entre las flores y la hierbabuena. Y si acaso esa tarde sangrienta, creada por el hombre enfermo por naturaleza, me tocara morir, me muero, luchando, recordando a los míos, recordando mi campo, mi agua clara, mi río. Me muero fiero, lleno de vida y hermoso. No dejes señor que vuelva para el consumo humano. No dejes señor que me críen en una caja, en un corral de tres por tres. Donde me engordan y no dejan que me mueva porque así estaré más suavecito. Seré mejor mondongo. Señor, te ruego, que me dejes sentir el viento cuando corro. Que me permitas escoger mi compañía. Que pueda ver crecer a mis hijos. Y cuando llegue mi hora, dame valor para soportar el martirio. Para resistir los innumerables daños que harán en mí. Son bestias salvajes, Señor, perdónalos, no saben lo que hacen. Será hermoso el día en el que no se maten más animales. Pero permite, por favor, que mientras queden carnívoros en este mundo, queden corridas, para tener una opción de reencarnar en una res brava en vez de en una vaca nacida hamburguesa. (Natural born burguer)
Es curioso que los países que no permiten los rituales de sangre (corridas de toros, gallos y Yawares Fiestas varios) sean precisamente los más belicosos, los que más guerras promueven. Otros (los más nórdicos) no los permiten, ni promueven guerras, pero tienen los índices más altos de autoexterminio.
Nosotros, los países que celebramos rituales de sangre desde tiempos ancestrales, somos menos belicosos, más fiesteros y dados a nuestras familias. ¿Habrá alguna relación en todo esto? Tal vez sea el clima. Tal vez sea solo que los países que aceptan culturalmente su bestialidad son más felices, piensan menos en guerras y perfecciones, se creen menos dueños de la razón, qué se yo. Contradictoriamente, somos también más sensibles al dolor ajeno. Somos, además de kojudos, una paradoja. Pero prefiero ser una paradoja que ser una mentira. Prefiero saber que soy un mamífero imperfecto, en vías de desarrollo, que creerme mejor que todos y morir de soledad. Claro que preferiría ser de esos seres humanos evolucinados que jamás se empujarían un seco, una rica pachamanca y ni qué decir del sabroso asado. Pero no lo soy. Dejé de comer carne durante ocho meses y me enfermé de pulmonía. Soy un ser humano imperfecto, de naturaleza cruel. As everybody. Cuando veo una pelea de gallos - particularmente no me gusta la navaja- o cuando veo un toro cornear al torero y ver a este levantarse fiero y enfrentarse de nuevo a la bestia de 500 kilos, sensaciones antiguas se encuentran y viven su propia fiesta. No sé qué pasa, pero sé del setimiento extraño y ancestral que nace del sol y la sangre.
Sólo he visto dos corridas. En la primera estaban el Juli y Vicente Barreda. El Juli tenía 18 años y los toros no le habían marcado todavía la cara exigiéndole respeto. Se arrodilló en el centro de la Plaza de Acho y esperó al toro. La bestia fantástica de 600 kilos fue a encontrarlo. El Juli se levantó a medio metro del toro. Mucho después del límite de la cordura. Fue una corrida extraordinaria, y el toro murió en una. Luego entró Vicente Barreda. A Barreda lo agarró el toro de la pierna a los cinco minutos de corrida y lo hizo volar por los aires como un papel. Le razgó el traje rosado de luces y le abrió la pierna. Con el torero ensangrentado yo dije aquí se acabó la vaina y vamos a ver lo de Paquirri. Pero no. Barreda se encabronó. Se hizo un torniquete con un pañuelo. Y volvió al ruedo. A llamar al toro en la tarde hueca. Su voz resonaba grave y seca. Toro, ven. Y el toro fue. ¡Y lo cogió cuatro veces más! Lo hizo volar dos veces más por los aires y dos más en tierra. Y el macho no se doblaba. Yo creí que lo vería morir allí. Creí que estaba viendo morir a un hombre como había escogido muchos años atrás. Pensé que él ya había visto esa tarde en algún sueño, lejos de su tierra natal. Esa tarde soleada en una plaza antigua al otro lado del mar. Pero no. Lo venció. Venció al toro. Y a la muerte.

He tenido mucha suerte. He visto una corrida con excelentes toros que dejaron huella en los hombres que los enfrentaron. La segunda corrida a la que fuí fue mucho más pobre. Lo que me gustó fue que sacaron unos toritos flacos y débiles, y la gente piteó y cambiaron hasta tres veces los toros paupérrimos por animales capaces de dar pelea. Lo bueno fue que fuí acompañada de un amigo teatrista que ha vivido esa fiesta desde que nadie se preguntaba si estaba mal o no, y me iba haciendo notar todos los pormenores, los hábitos, las tradiciones. Qué vergüenza los limeños que van, se toman un trago de su bota y, como si en ella se encontrara el secreto de la hispanidad, comienzan a hablar como españoles. Es de reír, por no llorar. De esa tarde no guardo un recuerdo brillante, salvo por la compañía que llevaba. Me quedaron en la memoria los toros flacos -morcilla segura-, los limeños huatones y excedidos que hablaban como gallegos, y ver qué bien lo pasaba la gente, sin embargo, en Sol. La plaza tiene dos sectores. El que por la tarde le da el sol de pleno y el otro que es más caro porque los que van pagan por la sombra. No vaya a Sombra. Verá a la gente de sol disfrutando, pasándose la bota con vino y celebrando entre desconocidos. Usted, probablemente, estará sentado al lado de la prima de Eliane Karp. O al lado de Mufarech (Yácala!). Vaya a Sol. Pitee si hay toros débiles. Rece porque algún toro agarre al torero. Así habrá equidad y real sentido de combate. Si lo ve volar por los aires apreciará usted el valor del torero y se sentirá menos culpable de haber ido a ver cómo le dan muerte a un animal inocente de toda humanidad. Beberá vino y Pisco Sour. Dirá ole. Evitará que se extingan las corridas de toros y con ellas la preservación de los grandes campos necesarios para las (ahora) costosas reses de lidia. Permitirá que haya más toros y vacas pastando entre lilas. Porque si el ser humano no le hubiera encontrado un lucro a esta especie, pues simplemente ya estaría exterminada. No solo por peligrosa y altiva, sino porque necesita grandes campos para crecer y ningún contacto con el hombre hasta el día de la lucha. Si tienen contacto con la gente se vuelven mañosos y van de frente al cuerpo del torero. Me gustan las corridas que he visto. Me gusta la tradición. Odio que dañen al toro antes de salir. Es bajo y cobarde. Bien del hombre. Debería salir la bestia en todo su brío. A ver, pues. Y es interesante que en Mexico, por ejemplo, no los maten al final. Claro. Pero de ser morcilla no se salvan, porque como les conté el toro que ya conoce al hombre en el segundo encuentro lo agarra seguro. Así que igual lo sacrifican, pero lejos de la vista sensible de las señoras. Lo hacen higiénicamente, metódicamente, sin fiesta ni música - qué barbaridad- en espacios adecuados especialmente para tal fin. Al igual que las vacas de Mc Mkgoenlavaca.
Por eso Señor te pido, que si me toca volver como toro o como vaca, sea como res brava. Campo, viento, lilas salvajes, hijos y libertad. Hasta la tarde de mi destino. Brillará el sol. Arderá mi sangre. Perdonaré a los pequeños seres humanos, soberbios y salvajes. Te lo pido, Señor. No te olvides. Libertad y sol.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Celebration yupi ye

A veces parezco bien estúpida. Lo sé. Me alegro mucho. Comento sola. Cuando me siento insegura un tonito rosa pastel se apodera de mi voz. Lloro cuando veo el noticiero, o peor aun, en la parte rosa de la pelicula. Hay un lado rubio en mí innegable, profundamente blondo. Celebro con todos mis amigos. Con los extraños. Hasta con mis enemigos - cuando tienen suficiente valor como para mostrarme la cara-. Recojo perros de la calle. Reconozco luego que mejoraron mi calidad de vida. Creo en Cristo, ciega, absolutamente. Y no entiendo ninguna de sus iglesias. Soy tan estúpida que estaría dispuesta a combatirlas. Creo en su hija, la Pachamama. Creo en el brillo de los ojos de la gente. Dejo de tomar taxis si acaso encuentro en esos ojos un brillo de muerte. Ando por la vida guiándome por los destellos de la Luz. Y huyendo del brillo de la muerte.
Pero volviendo al tema, me entusiasmo muchísimo. Y eso me pone tan blonde. Tuve un profesor que me dijo alguna vez que era como una gallina, teniendo que ir a contarle a todo el mundo que había puesto un huevo. Una gallina rubia. Permítanme ser más blonde que nunca en este blog y presentarles con mucha alegría, pitos y matracas mi primera nota de teatro publicada en un diario... Aaaay!!!

Gracias, gracias, muchas gracias... Quiero agradecerle a mi mamá, a mi papá y a mi hermanitos Chris, Paty y Mochi. ¡Los quiero tanto!... No es que me imaginara que pudiera llegar este momento, pero casualmente preparé una pequeña lista ... gracias a mi perro David, a mi perrita Julieta, a mis peces, a todos mis amigos...ay, siento que me olvido de alguien....¡Ah! ¡Si! A mi gran amiga Laura C. y a su novio Aldo M. sin quienes este día nunca hubiera sido una realidad... A mi mecánico Miguel, a mi peluquera Marina y a mi mesoterapeuta Mary...¡¡¡Gracias chicos son lo máximo!!! A mi prima Pamela, y a mis tíos, y a mis colegas teatreros... ¿Falta alguien?... ¡Ah, sí! Mis amigos y maestros Alonso A. ,César d. M. y Sarita J. ¡Qué haría sin ustedes, chicos!... ¡Ay, espérenme un ratito, pues! De alguien me olvido, de alguien me olvido... ¡Ah, si! ¡Ya me acordé! Le dedico este momento kodak a mi hijita Makarena, la razón del lado alegre de mi vida.

La Celebración

Es una hermosa tarde de sol. Como tantas en la casa hacienda. Hoy celebramos el sexagésimo cumpleaños del patriarca. Han venido todos. Todos quieren estar presentes en el gran agasajo. Incluso su hijo Andrés, quien estaba prohibido de venir por su conocido temperamento. Incluso su hija Helena, que siendo antropóloga se ha distanciado discretamente de la familia, y se ha conseguido, casi como pidiéndole perdón al mundo, un novio franco, íntegro, bien indio. Tienen que disculparla, es la extravagante de la familia. Ha venido incluso Christian, quien podría no haber venido y estar perfectamente excusado por encontrarse medio muerto, saben, su hermanita gemela, la Ana, se ha suicidado. Pero vaya, sirvan un trago, que hoy es fiesta. De todas maneras, Chris dirá el discurso de honor. Las palabras que todos esperamos. Este chico, siempre tan divertido. ¡Me encanta esta familia, llena de juegos y tradiciones! Tiene dos sobres en la mano. Uno amarillo. Uno verde. Papá escoge el verde. Escogiste el verde, papá. Ahora tendrás que oír. Ahora tendrán que oír todos. Porque Ana necesita que todos sepan porqué se mató. Porque antes de irme con ella ustedes lo van a saber. Lo van a saber. Verde, amarillo, da lo mismo. Nada cambiará el pasado. Así que recuerdo cuando papá... Pero qué muchacho este. ¿De qué está hablando? ¿Escuchaste algo? Me pareció que dijo que ... ¿Un brindis? ¡El café se enfría afuera! Que buen digestivo. La mar estaba serena, serena estaba la...

Chela de Ferrari conoce desde adentro este mundo categoría A1, VIP, Casa Hacienda. Y con verdadera elegancia, como sólo una dama con clase sabe hacer, nos abre la mampara de cristal de su Villa en Larcomar y nos presenta, con infinita humanidad, el drama sincero de una hermosa familia con un monstruo real en el closet. El ser humano y su degradación, el ser humano y su egoísmo, el ser humano y su indiferencia. Vivir en una burbuja de cristal. Comer frente a gente que muere de hambre. Frente a tantas formas de hambre. Naturalmente son los empleados, esos seres que no pueden salir a pasear por el malecón sino hasta las seis de la tarde junto con los perros, los que liberan el drama de esta familia y permiten una catarsis saludable para todo el mundo.
Acompañada de extraordinarios actores muy bien escogidos para sus personajes y de una puesta en escena sobria y sentida, La Celebración es, tal vez, la obra más lograda de la directora Chela de Ferrari. Un must de la temporada teatral.

Publicado el 21 de noviembre en el diario Correo.

martes, 20 de noviembre de 2007

Esos versos son míos

Esos versos son míos. MIOS. Como la puta sangre que corre por mis venas. Son míos. Engendrados por mí. Producto de tardes interminables en un café espantoso y rosado que bautizamos el Bequeriano, por rosa y horrible. Enjendrados en domingos puros de malecón, de café, tristía y celo. Son nuestros, grandísimo hijodeputa. Nuestros. Son parte mía, de mi historia, de mi vida, de todo lo que significaste para mí. Del giro que le diste a mi percepción del mundo. De la manera en la que me craquelaste el cerebro. Estos versos son el fruto de una única noche. Fría. Hijos de la piedra y el agua clara, grandísimo capullo. De nadie más. De nadie más. Conociste a tu mujer poco después de que yo a mis quince años te dejara, estúpida y certera. Estúpida porque me ayudé con un tipo que pasó por ahí. Nunca te engañé. Lo sabes. Certera porque no estaba lista. Porque te hubiera sido infiel. Porque estaba enferma de pena y autodestrucción. Porque faltaba más Cuzco para mí. Tu no tenías veintitres, tenías diecinueve. Y la cabeza ya cubierta de canas. Entonces la conociste. Nuestros versos ya estaban escritos. Q bien por uds. Y se amaron. Fantástico.

¡Pero no puedes publicar a los cuatro vientos que esos versos son inspirados en ella! ¡No puedes!Escritos para ella.... ¡No!

Son Míos. Míos. Como es mío mi sudor, mis lágrimas. Míos como todas las tardes muertas, desbarrancadas. Míos en sangre y tiempo. Míos como todos mis desaciertos. No dije nada cuando ví que le habías dedicado el libro. Lo guardé bajo mi poncho y lo abracé fuerte, lo amoldé a mi. Guardé un dolor profundo mientras me regresaba en mi combi sabiendo que lo merecía, que merecía ese dolor. No había tenido valor. No había creído en mí. Y ella te abrazó. Y a tus versos huérfanos. Estuvo bien. La bendije. Y a tí. Y sin embargo ella siempre me ha odiado, nunca ha querido que siguieramos siendo amigos. No seas egoísta, chola. Comparte al maestro. Gilipollas.

Esos versos son míos, como el silencio de nuestros pasos en los caminos de piedra. Como la certeza que nos acompaña cuando nos encontramos en esquinas de sueños, en calles desiertas... Es mi aliento en tu boca un día...

No te pases... esos versos son míos.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Más Luchito Hernández

Regalos de las grandes J. y Bad Weed...
Millón de gracias, nenas.

CHANSON D'AMOUR
habiendo robado lluvia de tu jardín
y tocado tu cuerpo
me duermo
no se culpe a nadie
de mi sueño

DEDICATORIA
A todos los prófugos del mundo, a quienes quisieron
contemplar el mundo,
a los prófugos y a los físicos puros, a las teorías
restringidas y a la generalizada.
A todas las cervezas junto al mar.
A todos los que , en el fondo, tiemblan al ver un guardia.
A los que aman a pesar de su dolor
y el dolor que el tiempo hace florecer en el alma.

Luchito Hernández + foto


Soy uno de los 24 solistas
De Metamorfosis.
Soy un hombre herido
Por la espalda
Y como estoy herido
Sé adónde voy.

Dime: eres tú
O eres el país
Que he soñado
Cuando joven
Y soñaba.

Ahora que la Música
Se ha apoderado de la noche
En el momento de ocultar
Mi corazón.

Tengo algunas astillas
En el corazón
Pero el sol
la cerveza
Me permiten reír.

CANCIÓN DE AMOR

hay algo
que quisiera
decirte

pero es muy temprano

más tarde
no te lo diré

Imagine

Esto lo recogí de Wikipedia...
Disculpe el aire revolucionario, debe ser la primavera.
http://es.wikipedia.org/wiki/Mayo_franc%C3%A9s#Esl.C3.B3ganes_y_graffiti

Es difícil determinar la ideología de los estudiantes que encendieron la chispa que llevó a los acontecimientos de mayo de 1968, y lo es aún más determinar la de los cientos de miles de personas que participaron en las protestas. En todo caso, hubo un fuerte componente anarquista, sobre todo entre los estudiantes de Nanterre. Los siguientes eslóganes, encontrados en los graffiti, dan una idea del espíritu rebelde y milenarista de los huelguistas.

Il est interdit d'interdire.
Prohibido prohibir.

L'imagination au pouvoir.
La imaginación al poder.

Ce n’est qu’un début, continuons le combat.
Esto no es más que el principio, continuemos el combate

L'ennui est contre-révolutionnaire.
El aburrimiento es contrarrevolucionario

Pas de replâtrage, la structure est pourrie.
No le pongas parches, la estructura está podrida

Nous ne voulons pas d'un monde où la certitude de ne pas mourir de faim s'échange contre le risque de mourir d'ennui.
No queremos un mundo donde la garantía de no morir de hambre supone el riesgo de morir de aburrimiento.

Ceux qui font les révolutions à moitié ne font que se creuser un tombeau.
Los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar sus propias tumbas.

On ne revendiquera rien, on ne demandera rien. On prendra, on occupera.
No vamos a reivindicar nada, no vamos a pedir nada. Tomaremos, ocuparemos.

Plebiscite : qu'on dise oui qu'on dise non il fait de nous des cons.
Plebiscito: Votemos a favor o en contra, nos hará idiotas.

Depuis 1936 j'ai lutté pour les augmentations de salaire. Mon père avant moi a lutté pour les augmentations de salaire. Maintenant j'ai une télé, un frigo, un VW. Et cependant j'ai vécu toujours la vie d'un con. Ne négociez pas avec les patrons. Abolissez-les.
Desde 1936 he luchado por subidas de sueldo. Antes de mí, mi padre luchó por subidas de sueldo. Ahora tengo una tele, un frigorífico y un Volkswagen. Y, sin embargo, he vivido siempre la vida de un gilipollas. No negociéis con los patrones. Abolidlos.

Le patrón a besoin de toi, tu n'as pas besoin de lui.
El patrón te necesita, tú no necesitas al patrón.

Travailleur: Tu as 25 ans mais ton syndicat est de l'autre siècle.
Trabajador: Tienes 25 años, pero tu sindicato es del siglo pasado.

Veuillez laisser le Parti communiste aussi net en en sortant que vous voudriez la trouver en y entrant.
Haz el favor de dejar al Partido Comunista tan limpio al salir de él como te gustaría encontarlo entrando en él.

Je suis marxiste tendance Groucho.
Soy un marxista de la tendencia de Groucho.

Soyez réalistes, demandez l'impossible.
Seamos realistas, exijamos (hagamos) lo imposible.

On achète ton bonheur. Vole-le.
Están comprando tu felicidad. Róbala.

Sous les pavés, la plage.
Bajo los adoquines, la playa.

L'âge d'or était l'âge où l'or ne régnait pas. Le veau d'or est toujours de boue.
La Edad de Oro era la edad en que el oro no reinaba. El becerro de oro está siempre hecho de barro.

La barricade ferme la rue mais ouvre la voie.
La barricada cierra la calle, pero abre la vía.

Il n'y aura plus désormais que deux catégories d'hommes : les veaux et les révolutionnaires. En cas de mariage, ça fera des réveaulutionnaires.
De ahora en adelante, sólo habrá dos clases de hombres: los borregos y los revolucionarios. En caso de matrimonio, esto producirá "borregolucionarios".

Dans une société qui a aboli toute aventure, la seule aventure qui reste est celle d'abolir la société.
En una sociedad que ha abolido toda aventura, hace de la abolición de esta sociedad la única aventura posible.

Oubliez tout ce que vous avez appris. Commencez par rêver.
Olvídense de todo lo que han aprendido. Comiencen a soñar.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Carta de un Revolucionario Nostálgico

Hay personas que sí lucharon alguna revolución colectiva. Y tal vez la mejor -por lo honesta y desaforada- fuera la de los estudiantes en el París del Mayo del 68´. Cuánto hemos oído de eso. Poco, sin duda. Yo conozco a alguien que estuvo allí. Alguien que se atrincheró y tomó la ciudad con los estudiantes de todo el mundo. Yo conozco a un joven que estuvo ahí junto a Daniel le Rouge. Celebraron durante 10 días la victoria. El presidente de Gaulle se refugió en Marruecos. Los muchachos se detuvieron en el parlamento, en su camino al palacio de gobierno. Todo era amor. Todo era libertad. Poesía, juramentos. Y anarquía. Y en la anarquía no existen los presidentes. Así que la casa de gobierno quedó sola, a merced de todos sus fantasmas. Mientras, como se dijo por allí, París era una fiesta. No hubo fronteras. Las mujeres se destacaron. Empezó el amor libre y justo. Se vivió el sueño de la equidad.
A los diez días, De Gaulle volvió, fortalecido. Y le pateó el culo a todo el mundo. Mi amigo fue deportado a Bulgaria. Terminó en Moscú, de donde lo deportaron también. Por que claro, qué tendrá que ver el Kremlin con el amor libre. O con la libertad de pensamiento.
Por eso me conmovió esta nota, de este peruano amigo de mi padre.
Porque parece que la vida es dorada cuando tiene un norte. Una razón de ser. Y vale la pena luchar. Y soñar. Y llegar a grande lleno de recuerdos. De los que valieron la pena.
Porque es bueno llegar a grande y tener con quién compartir la nostalgia.
Me pregunto qué será de nosotros en treinta años. Dónde estaremos. Qué haremos. Quiénes seremos.
Sea como sea, espero que estén vivos, sanos y luchando su propia Revolución Interior.

Hola
Les envió unas fotos de Montmartre adornadas con una canción de Charles Aznavour, La Boheme. Es una de las canciones que mas me gusta, me transporta a tiempos idos y vividos cuando vagaba por las calles de París, soñando con una revolución, con Vietnam, con Moscú, las calles de Ucrania, les Champs Elisees, de todo se habló... claro después fui a Moscú y no era el paraíso soñado, pero París sí, París era una fiesta como decía Hemingway..... La Bohemia me hace recordar los cuartitos donde viví, donde me invitaban los amigos para poder dormir, para tirarme una ducha de vez en cuando. Donde le regalé toda mi ropa a mi amigo Nassef, porque la maleta que cargaba era muy pesada. De vez en cuando pensaba en Jesús María. En un plato de arroz blanco con huevo frito. Pensaba en una cama y mi ropa lavadita. Tenía algunas noticias de casa. Mi mamá me escribía, un poco pero no tan preocupada, porque decía que ella sabía que yo al final iba a salir bien de toda esa aventura europea. Claro no sabía que me había ido a vagar hasta Korea, Bulgaria, Belin Este, Hungría, Yugoslavia y otros lugares prohibidos... La Boheme me transporta. Bueno, recordemos a la madre en el día en que se conmemora su muerte, recordémosla como siempre, viva, alegre, siempre queriéndonos no solo a sus hijos sino a todo el mundo. El sol está que brilla en Chacla, la presión es alta y yo estoy escuchando a Mozart. Lo único que me faltaría es un buen ceviche y algo de vino blanco helado, algún familiar, algún amigo y sin pedir demasiado... ganarme la tinka para poder operarme sin hacer cola.... Bueno chicos nos vemos. Saludos melancólicos, TOORU.

martes, 13 de noviembre de 2007

Santiago Roncagliolo

Lean a este cholo y mueran de risa y reflexión....
Grande Ronca.

INSTRUCCIONES PARA LA CIUDAD DE LOS REYES

Programe su viaje en algún mes entre octubre y mayo. Durante esos meses, Lima es una agradable ciudad soleada, acaso tropical. Pero entre junio y setiembre, las nubes bajas se empozan y se quedan ahí, tan adormiladas que ni siquiera les da por llover. Su acumulación le da a la capital un sombrío color panza de burro apropiado sólo para vacaciones melancólicas postdivorcio. Sin embargo, viajando en estas fechas puede cumplir la fantasía de tocar el cielo con las manos. De hecho, es posible que lo toque con los pies.
Al bajar del avión, sentirá que una medusa gigante y gelatinosa trata de devorarlo. No se asuste, es sólo el aire. La humedad le da esa contextura viscosa, pero no es grave. De todos modos, lleve un machete por si acaso.
Salga del aeropuerto y corra a alojarse en el barrio de Miraflores, el único con hotel Marriot y vista al mar. Miraflores tiene cafés enclavados en el acantilado, parques con artistas callejeros, zonas residenciales, cines y centros culturales. Se la pasará bien.
No se haga ilusiones. Miraflores no es un distrito representativo. De hecho, el adjetivo miraflorino es un insulto en todo el país menos en ese barrio. Pero tampoco se sienta culpable. A pesar de lo que dicen, los pijos no viven realmente ahí. Los verdaderos millonarios viven fuera de la ciudad, en unos barrios custodiados por guardias armados y libres de veredas, porque no se entra ahí sin coche. En realidad, nadie ha visto nunca a sus ocupantes. Corren miles de leyendas sobre ellos, pero ni siquiera los miraflorinos han conseguido atravesar las rejas de esos barrios. Se rumorea que en realidad, detrás de ellas no vive nadie.
Al atardecer, pasee por el malecón. Verá cómo el Sol se pone en el mar en medio de una explosión de matices rojos, naranjas y violetas. Respire el perfume salobre del Pacífico. Es el mejor espectáculo que conseguirá gratis.
De todos modos, no se preocupe en exceso por el dinero. El euro está tan caro que vivirá como un potentado. Gaste, que su dinero vale ahí el triple que aquí. Compre todo lo que vea: artesanías, mecheros, latas de Coca Cola. Compre dos de cada cosa.
Cruzando un puente, llegará a Barranco, un barrio bohemio y turístico que alberga una efervescente vida nocturna. Si le va la marcha, no se mueva de aquí. No necesitará más. Eso sí, si sufre usted de excesiva propensión a la fiesta, por favor, tómelo con calma. Luego no queremos problemas. Ya se nos han perdido cinco alemanes, dos japoneses y un torero.
Al cabo de la noche, cuando su cuerpo no pueda más, cómase un cebiche. Tradicionalmente, los limeños lo toman para recuperarse. Si no tiene hambre, puede beber el jugo del plato: se llama leche de tigre. Si quiere recuperarse pero seguir de fiesta, échele al vaso un chorro de pisco. Esa variante se llama leche de pantera. Y si eso no lo revitaliza, me temo que es probable que usted haya fallecido ya.
En los últimos años, el cebiche y su antiguo pariente pobre, el tiradito, han sufrido una revolución. Miles de nuevas variantes han florecido. Hoy en día hay cebiches amarillos, violetas y naranjas. Así que, sea lo que sea que tenga en su plato, puede ser un cebiche. Pero en general, coma usted todo lo que pueda: ají de gallina, lomo saltado, rocoto relleno. Este último es ligeramente picante. Si lo pide, tenga a mano un pañuelo para secarse las lágrimas.
La cocina peruana es lo mejor de esa ciudad y de buena parte del mundo. No exagero. Hay tours gastronómicos a Perú. Grupos de turistas viajan por un fin de semana para probar todos los restaurantes que puedan. Ese sofisticado arte culinario es un producto histórico. La cultura de la pobreza aguzó el ingenio popular para preparar manjares con dos patatas. La capital del imperio español atrajo a los grandes chefs del siglo XVI al XIX. Y luego llegaron las migraciones. Hoy en día, hay restaurantes chino-peruanos –se llaman chifas-, y últimamente, peruano-japoneses. Estos en particular constituyen un nuevo boom internacional. Robert de Niro tiene uno en Nueva York. Pero en los de Lima comerá igual por la tercera parte del precio.
Cuando ya no pueda comer más, es probable que le interese conocer la Lima antigua, bautizada durante la colonia como “ciudad de reyes”. Acérquese al centro. La zona colonial de Lima es una de las más hermosas de América. En la iglesia de San Francisco, aún se pueden visitar las tenebrosas catacumbas. Y las casas palaciegas de los alrededores siguen siendo las que ocupaban los conquistadores.
El centro de Lima también es escaparate de la historia republicana del Perú y sus extravagancias. En la plaza San Martín encontrará un peculiar monumento al libertador de las Américas. Cuando lo construyeron, el alcalde pidió que esculpiesen una mujer con una llama votiva en la cabeza, como la estatua de la Libertad. Pero las únicas llamas que conocía el escultor eran unos camélidos andinos parecidos a las alpacas. De modo que ahí está la Libertad, la pobre, con un glorioso cuadrúpedo en la cabeza. Cuando la vea, no se ría. Caerá usted mal.
Antes de tomar el avión de regreso, verifique su peso y medida. Debería usted haber ganado un par de litros de historia de América, unos centímetros de playa y fiesta, y varios kilos de barriga sin atenuantes. De lo contrario, no ha estado usted en Lima.

Artículo publicado en: El Periódico, julio 2007.

El tercer mundo es uno solo

Fotos de Juan Medina, ganador del World Press Foto (Peruano).
Que tengamos todos un felíz almuerzo en casa.

De la secuencia Morir tan cerca.
















Mi auto me hace soñar

No me paran los tombos, no me envidian los amigos, los choros no me buscan ni tampoco los secuestradores...
Amo a mi auto.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Otra de Luchito Hernández - Siempre bienvenido a este blog

Este es un regalo de María Hierba, chica sensacional que visita mi blog.
Pongo el comentario también porque me pareció justo y divertido:

cuando pienso en la cabrona cobarde que me partio el bobo para irse con el primer mamón que encontró para armar su farsa heterosexual, se me viene a la mente este poema:

a todos los que alguna vez
me abandonaron
que dios los ilumine
con la luz
que cubre lo perdido

Para tí, P.
Gracias María H.

Kojudópolis, sí.

Sí, cómo no. No fue un pensamiento etéreo. No fueron ganas de hacerme la moderna. O la graciosita. Pasé días buscando el término correcto, la elección de la etiqueta autoimpuesta que me definiera ante ustedes. Queridísimos cibernautas. Solitarios, anónimos. Finalmente honestos navegantes. No, no fue una flatulencia creativa. Fue un profundo acto de reflexión. Porque somos una bolsa de kojudos. La humanidad en sí, digo, claro. Somos el hongo del planeta. El comegén del cosmos. Si pudiéramos y no fuera tan caro hace rato tendríamos cohetes basureros que se lleven nuestros deshechos lejos de nuestro patio trasero. Y luego nos llovería caca. What´s the problem, si hay so many estrellas. Producimos al año el doble de comida para alimentar a la humanidad entera y en hemisferio sur del planeta la gente se muere de hambre. Y en algunas partes de hemisferio norte también. Y en cierto país del norte están todos los gordos muriendo de soledad, exceso y atracón. Y nosotros escribiendo blogs. Navegando en internet. Y lo peor es que, dada la corrupción personal y el desencanto del tiempo moderno estoy yo aquí, dándo cháchara moralista, en vez de estar escribiéndo mis queridas notas por las noches, después de haber trabajado no sólo para mí y los míos, sino para todos. Y estoy aquí, evaluando si seguir la cura de mis daños emocionales a traves del Ayahuasca o si empiezo a tomar Prozac y no quiero darme cuenta de la única verdad tangible. Y es que somos animales. Somos antes que nada una gran manada. Y podemos sentirnos. Nos sentimos. Ya está tan estudiado que somos seres de electricidad y agua. Es decir, somos mamíferos transmisores y receptores de energía. Lo que quiere decir que aunque lo odiemos, nos sentimos. Aunque nos vayamos a vivir a Bel Air. Sentimos a los niños del Africa muríendose de hambre. Sentimos el llanto de la mujer y sus hijitos andinos maltratados por el padre ignorante. Sentimos el dolor de los niños violados por primera vez en Bangkok. Somos una gran bolsa de agua electrificada por la vida. Y sentimos todo. Y cuando dejamos de aceptar que sentimos, ya sea por decisión propia o medicación, nos convertimos en seres agresivos, indolentes al dolor ajeno. Y hacemos guerras (?). Y nos convertimos en la gran costra de la creación. Con nuestras ciudades de asfalto y nuestros lagos de petróloeo.
Y nosotros, los artistas de nuestro tiempo, los jóvenes -que somos hoy y no seremos mañana- que poblamos el planeta en el año 2007, ¿en qué carajo andamos? Algunos -solitarios, radicales- dan la lucha real. Hacen, no piensan, ni dicen. Y la mayoría terminan solos, amargados por la deserción de otros que empezaron con ellos tareas titánicas - cómo no va a serlo, si hacen el trabajo que deberíamos hacer cada uno de nosotros- pero que luego, ahogados por el combate contra la realidad y la burocracia y su propia indolencia escogieron mejor dedicar su vida a sí mismos y dejaron a sus compañeros de justicia solos, con trabajos imposibles. Los demás estamos pensando en nuestras cuentas, en nuestra profesión, en nuestra familia. Además queremos resaltar. Tener liquidez. Libertad. No ser olvidados. Ser respetados. Ser inmortales.
Somos tan kojudos que no pensamos a largo plazo. Y la verdad es que la gente se va a olvidar de Einstein. De Marilyn. De Cristo. Un día el tiempo habrá terminado su desfile y quedará sólo polvo y basura, como si hubiera pasado una procesión interminable, seguida del más grande carnaval. Sangriento, como hubiera visto García Marquez. Efectivamente, llegará un día el viento de nuestra soberbia. O tal vez sólo el del ciclo cumplido. Y se llevará de raíz lo que habrá quedado de nuestra civilización. Como una gran aspiradora de justicia cósmica. Y se llevará consigo los huecos que dejaron las balas en las paredes. La voz del último niño llamando a su madre. La lágrima que derramará el último hombre. No por todos los hermanos que ha enterrarado desde que nació. Sino por él mismo. Por su infinita soledad. Por su grandiosa estupidez al comprender, cuando ya no tiene ningún sentido, que tanto dolor y tantísima muerte pudo haberse evitado tan sólo con abrir los brazos, los ojos, la mente.

Si, kojudópolis, si.
Qué puede opinar una mujer blanca de clase media, limeña.
Qué carajo puede opinar un actor.
Puras kojudeces, seguramente, nada más.

domingo, 11 de noviembre de 2007

El Loco Achiote

De hecho has visto al Loco Achiote. Es el que para en Barranco, el flaco grandote, viejo. El que tiene el pelo medio claro, enruladito. Ahora lo ves feo, pero no siempre fue así. Yo también pensaba que era un pastrulo cualquiera, un vicioso. La primera vez que lo ví, yo tenía diecisiete años. Era Sábado, de noche, había un montón de gente en el boulevard y allí, escondido entre las plantas que disimulaban la entrada del bar “El Más Allá”, lo vi, bañado en sangre, en posición semifetal, gimiendo. Yo, en mi inocencia primaveral quise ayudarlo, pero cuando me acerqué sentí un olor horrible y lo ví haciendo algo raro: el puta se estaba fumando una tola con una mano, y con la otra se jalaba la tripa. Yo ya estaba demasiado cerca cuando me di cuenta. El Loco me siente, abre los ojos desorbitados y trata de incorporarse con su mano inseminada y su tola. Se me vino encima el Loco ensangrentado. Yo no atiné ni a gritar, pero salí corriendo, claro.Al poco tiempo me lo crucé en la calle , caminando por Pedro de Osma, que es tan bonita, con su camino de árboles y sus casas grandes y chiquitas, de colores combinados a la turca. Venía yo andando como siempre entretenidísima con el aire y de pronto estaba allí, esta vez sin sangre y, de hecho, más lúcido. Un profundo sentido humanitario me impidió cruzar la calle al olímpico estilo salto triple: estaba asqueada y asustada, pero no humillaría a un hermano. Así que levanté la cara, sonreí por dentro, y continué mi marcha. Me metió un sopapo tan escandaloso que me tropecé, me caí al suelo, aullaron los perros y pararon varios carros. El Loco Achiote me miró recontra asado y me gritó firme y potente ¡Carajo!, como para que me quedara bien claro. Lo dijo con tanta dignidad y tan molesto que yo casi le digo no, disculpe usted, siga usted nomás, que yo sigo aquí sentada en el piso mirando estrellitas, qué ocurrencia, gracias, buenas tardes. Es verdad, cuando te pegan fuerte, ves estrellitas. Sentí vergüenza de ser la elegida para el sopapo, de estar toda despeinada y de que hubieran parado los carros. Al pobre loco ni se me ocurrió seguirlo. Más bien me provocó, ya que estaba cerca, tomarme un pisco en el Juanito. Ahí le conté a la gente, que trabaja allí hace mil años, que el Loco Achiote me había pegado un sopapo. Estaban todos indignados. Y por las cosas que comentaron se me ocurrió que, probablemente, lo conocían desde antes. Porque como sabes, en el barrio se sabe siempre todo. Les pregunté y me contaron la increíble historia del Loco Achiote.
Antes que nada, el Loco no fue siempre loco. Bueno, un poco debe haber sido: era estudiante de ingeniería en la UNI. Tú sabes que a la Universidad Nacional de Ingeniería no entra cualquier cojudo. Y era un buen alumno, además. Tranquilazo, de su casa, no salía mucho, ni chupaba. Tampoco se le conocía novia. Así que de todas maneras , tan común no era. Le dicen Achiote por la planta, que tiene un fruto medio dorado, y si te fijas bien, el es así, medio blancón. El pre – Loco Achiote vivía sereno en el Barranco hasta que llegó a su vida el amor. Verónica, una flaca de su barrio, se enamoró locamente de él. Ella no era bonita, pero tenía un montón de plata. Y lo perseguía, le hacía presentes, lo invitaba a almorzar, pero él, nada. No quería saber nada con ella. Ella hacía lo imposible porque la notara, pero no tenían efecto ni los regalos, ni las minifaldas, ni toda la selección de miradas seductoras que ensayaba durante horas en tardes de fantasía. Hasta que un día gris el Loco se enamoró. Pero de otra, una chica de su universidad. Una chica que ni sabía que él existía, pero que un día lo notó: era el chico raro y guapo que se regresaba con ella a casa los miércoles. Ese día coincidían en el horario de salida y ambos viajaban a Barranco. Él se bajaba a diez cuadras antes de su casa, en el paradero de ella y la seguía, haciendo como que vivía sólo un poco más allá. Poco a poco consiguió hablarle. Nunca se hubiera atrevido si el destino no se la hubiera puesto un día fácil: ella cargaba demasiados bultos y le venía bien un poco de ayuda. Tomó muchas veces aire y antes de bajar del bus le propuso, entre murmullos y gorgoteos, ayudarla. Le costaba hablar con las chicas en general. Con las chicas guapas todavía más. En verdad no podía sostener una conversación coherente ni con sus primas por la emoción. Pero ese día le ligó. La acompañó a casa y ella conversó. La escuchó muy contento y hasta la que pudo ser un día su suegra le invitó un té al gentil compañero de la universidad de su hija. El Loquito se despidió de ella después de un par de horas de conversa y se fue a casa feliz, con el alma bailándole bajo las estrellas. Esperaba los miércoles con desesperación. A ella le gustaba tanto su compañía que quedaban de miércoles a miércoles para ir al cine, a tomar un helado, o simplemente a caminar y charlar, por ejemplo, acerca de la importancia de los valores primarios en el material de construcción.Verónica ya lo había visto. En verdad lo venía rastreando hacía semanas, cuando lo encontró por casualidad saliendo con ella de un cine en Miraflores. Se volvió loca de celos. Qué tiene ella que no tenga yo. En esa época le hizo regalos extraños que él rechazó. Fotos suyas de niña. Un calzón. Una pata de gallo. Él le empezó a agarrar miedo, sin saber bien por qué. Cambiaba de ruta al llegar a casa y hacía lo imposible por no cruzarse con ella. Verónica lo esperó con paciencia todas las tardes. Hasta que una noche, harta de su rechazo, tuvo una idea.
Esa tarde esperó horas en la esquina de la casa del Loco hasta que saliera. El salió distraído y lo interceptó. Tengo que hablar contigo, le dijo. No puedo ahora, lo siento, estoy apurado y ... ¡Es muy importante! El Loco se preguntó qué de importante podría conversar con esa mujer alocada que cada vez que lo veía se comportaba como una chiquilla, pero no pudo evitarla, lloraba. Por piedad le pidió que le hable, pero que por favor fuera breve. Sí, si, está bien, dijo ella, sólo acompáñame a algún lugar tranquilo, donde podamos hablar sin que nos estén molestando. Él aceptó, pensando que no podría evitarla toda la vida, y ella lo llevó a un pampón cerca de su casa. A él no le gustó nada el lugar. Hacía frío y había un par de borrachos pululando. ¿Para qué me has traído aquí? ¿No sabes? No. ¿De verdad no sabes? Se acerca. Él sabe perfectamente. ¿Qué pasa? Tú sabes. No, no sé. ¿Puedo ayudarte? Verónica se lanza a su cuello y lo empieza a besar. A lo lejos, los perros aúllan. ¡Te amo! ¿Por qué eres tan frío conmigo?¿Cuánto tiempo más crees que voy a soportar? Por favor, suéltame. ¡No! Yo te amo, con mi vida, con mi cuerpo... ven, pruébame... ¿Por qué te alejas de mi? El Loco la toma de las muñecas, sereno pero firme. Escucha : yo casi no te conozco. Eres... muy dulce, pero yo soy bastante mayor que tú y además soy aburrido, no me gustan las fiestas, y veo que a ti... Sólo eres seis años mayor que yo. Es perfecto... La loca le salta al cuello nuevamente. A lo lejos, los borrachos empezaron a señalarlos con sus dedos mugrientos y a reírse de ellos. No, no... ¡espera!,le dice el Loco, Tú eres... joven, yo entiendo tu ilusión, pero... ¿Cuál ilusión?, ¡me estoy muriendo de amor por tí!, ¿no entiendes?, ¡te amo!, ¡te amo!, no seas así... El Loco pensó que estaba loca. La chica le daba pena. Pero el absurdo lo ponía nervioso. Mira... no sé ni tu nombre... yo tengo novia, no puedo...Verónica se detuvo, retrocedió dos pasos y lo miró directo a los ojos. No era del todo fea, era sólo cierta arritmia estética que disonaba en su rostro, en sus gestos. Lo miró largamente, seria, llena de lágrimas. El Loco no sabía que hacer y solo atinó a decir Eres una chica linda, yo soy un feo... seguro que hay un montón de chicos que... ¡No! ¿qué haces?...Verónica se sacaba la blusa con violencia. El Loco trató de contenerla.- Te amo, te amo, te amo, ¡entiende!...- ¿Qué haces?, ¡estas loca! La chica se alejó de nuevo. Lo miró. Había empezado a anochecer. Cobarde de mierda, le dijo y lo empezó a escupir y a golpear. El Loco trató de irse de ahí, sin defenderse. Ella alcanzó su cara y le firmó con las uñas su rabia. ¡Loca!, gritó él, y se alejó, cuidándose las espaldas. Ella se quedó un rato sentada. Él se fue, guiado por un impulso ciego a casa de su novia. Todo estaba a oscuras. Tocó la puerta y antes de que ella preguntara nada, él la abrazó y la besó por primera vez como un hombre. Necesitaba hacerlo, le dijo. Y luego se fue, todavía asombrado, a dormir a su casa. Pero por la noche llegó a su casa la policía con una orden de captura y a pesar de los gritos de la familia, se llevaron al Loco sin más ni más, prácticamente sin explicar nada. Verónica lo acusó de violación. Lo encontraron culpable y se quedó cinco años en Lurigancho. ¿Tú sabes que le pasa en cana a los violadores?, pregunta..
Cuentan que esa tarde, ella esperó sentada en la pampa a que oscureciera. Luego se acercó a los borrachos que estaban ahí, con sus diecinueve años y su billetera. Le puso unos billetes en la mano al que le pareció más hijo de puta, y le pidió que le diera un par de golpes y que se la tirara. Al otro le dio otro poco de plata para que ambos dijeran que el flaco gringo, el que estuvo con ella en la tarde, la había abusado. El borracho número uno no lo podía creer. Era tan bueno que sospechó y casi rechaza la propuesta si no fuera por que Verónica se levantó la falda, se bajo suavemente el calzón y se volteó mostrándole su sexo joven, rogándole que se apurara. Y el otro, ni huevón. La lamió. La encajó sin piedad. Gozó, adormecido por el alcohol. Cuando terminó se tiró al piso exhausto. Ella se subió el calzón y exigió, Ahora pégame. El no quiso. Tal vez le dio pereza. Pero el otro, que ya no estaba tan borracho después de ver tremenda escena, le dijo Yo te ayudo, mientras se le acercaba tomando viada. Le dio varios golpes más de los que ella esperaba. Y así, sangrando, se fue a pie a la comisaría, que estaba ahí nomás, cerca. Subió las escaleras y dijo Me han violado. Fue el chico rubio que vive en la Calle San Martín, 240. Y se desmayó, la muy pendeja.
Es por eso que el Loco es misógino y pastrulo. La pasta la conoció en la cárcel, durante los cinco años que lo violó el pabellón. Él era un buen chico. Raro, pero buen estudiante. Pudo ser padre de familia. Un profesional. Lo ùnico que pudo decir su compañera al día siguiente, fue que el Loco llegó al anochecer, arañado y mucho más apasionado que de costumbre. Y que así como vino, se fue. También dicen que la familia de Verónica se compró al juez. El loco Achiote era un chico bueno, estudioso.


(Barranco, 2004)