lunes, 30 de junio de 2008

Dancin´with Jimena Lindo


Fuera de cosas, no se pueden perder este (casi) unipersonal. Bellísimo. No sólo porque la Jimena es, en efecto, Linda, ni porque haya sido bailarina de ballet antes, ni porque sea famosa, ni porque tenga muchos amigos. Sino porque es humana, inteligente y está buscando, y el trabajo está muy bueno, y brilla....
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3 únicas funciones.
4, 5, 6 de julio 2008.
Precios barranquinos. (En Miraflores!)
IMPORTANTE: 7.00 pm

domingo, 29 de junio de 2008

Adrenalina

El jueves arranqué mi VW con intenciones de ir desde Huachipaland, donde me encontraba, hasta Barranco, a ver Los Arboles Mueren de Pie en el Mocha Graña. Cuando llegué al cruce de primavera con Intihuatana, me encontré con uno de esos peruanos que la siguen cagando y metiendo su carro por la vía por donde nadie mete el suyo por que se llama berma. Metía su pico violento contra el auto que estaba delante mío, que no le había dado pase. Ya me toca acercarme y veo, es una mujer. Una mujer sólo unos 10 años mayor que yo. No me gustó su actitud, el hecho de que se soplara la cola que le correspondía hacer y peor aun, que no contenta con su demostración de porqué el Perú no va al mundial, metiera el pico de su carro con tamaña insolencia. Juro que había quedado a dos centímetros del auto que estaba delante mío.
Así que cuando me toca luz verde, arranco. La tía mete su caña. Freno. Saco la cabeza para ver mi auto. Le hago una seña, oye, casi me chocas el carro. Veo que la tía rápida se incorpora. Hijaeputa. Va a avanzar . Se kaga en mí. Ni kagando. Me abro y avanzo, y en el camino me parece oír una suerte de plumb, algo sordo y poco grave.
Avanzo. Pienso en el golpe. Diviso un tombo. No tengo brevete. Siento en el culo un besito, un golpeteo. Reconozco. No puede ser. Me kago de risa. Espejo retrovisor. Es ella. Detrás mío. Me da pellizcones con su sedán gris, besitos en el parachoque guerrerísimo de VW que lo ha resisitido todo. Qué risa. Qué mierda haces, tía. Yo peso. Me bendicen los santos. Qué haces. Me ve reír. Sigue golpeando. Cree que voy a ceder, a pisar el palito. No sabes que lejos estoy de ti, niña. Qué mierda golpeteas mi parachoques, no ves que para eso existe, cómo me van a joder tus besitos, guagua. La visualicé como un patito insolente picoteando con su pico plano mi cola, otorongo confirmado y veterano. Niña. Hace cuánto que no follas. Me río. Me río más porque mi risa te jode. No lo hago por joderte. Lo hago por provocarte, por cuestionarte. Que no es lo mismo. Luz verde. Avanzo. Sin prisa. Tu no estás en competencia conmigo. Pasa nomás. Pasas. Sobreparas. Tenías que dejarme ver tu cara de niña arruinada. Tenías que bajar tu luna para escupirme tu verdad y decirme, feroz Bien perra, ah! bien perra...!
Río ahora sorprendida. Me da ternura tu inconciencia. Porque la perra eras tú ahí metiéndote en la cola ajena, intimidando con tu locura a los otros autos, golpeando los cuartos traseros de mi máquina provocativamente... Te falta cachar, le dije, ordinarísima, por que intuí que así en crudo era más efectivo para ella, por el hecho mismo de ser un vocablo imposible en su aparato vocal. No se lo dije con maldad. Es más, casi le paso la tarjeta de mi hombre que es terapeuta, pero podía interpretarlo como una chanza, y de eso no se trata. Realmente, le faltaba follar. Soñar. Arriesgar. Sentir.
Luz verde. La niña gris mete su carro para adelantarme. A esta altura ya me reí bastante. Le hago el saludo hindú y le deseo buen karma en su camino. Pasa dejándome encajonada en el cruce. Yo estoy escuchando reggaeton. Son las 7. 30 de la noche. Estoy llendo al teatro para ver la obra que ha dirigido una alumna. Mi vida es bella. Pienso en la niña y río, adrenalina. Sigue la curva. Es que ése cruce joeputa tiene como cuatro semáforos. La tía rabietas gira también hacia la izquierda, va a tomar Intihuatana. Evito encontrármela en el cruce pero es inútil y, kósmikamente, termino yo detrás de ella. Me ve por el retrovisor. Me río. Ya ves perra, pienso. Todo lo q va vuelve. Tengo la oportunidad de atacarla. Pero ya estoy grande. El karma es lo que importa. La dejo pasar. Pero quiere el destino que nos encontremos en el rompemuelle. Baja la luna entonces y me dice, Sí, sí, sigue con tus reggaetoneros... Sorpresa y risa, nuevamente.
Lo que sigue, es de película. Entramos a Intihuatana. Le dejo pasar. Voy rápido, pero no tanto, no lo necesito. La intuyo. La niña en cambio acelera, se sorprende de no ser perseguida, me espera. Toma el centro de la calle por si intento pasar. Yo no intetaré pasar. Usted no está en competencia conmigo. Me espera. La intuyo. Frena en seco. Reacciona el otorongo. Río. Tía loca. Avanza. No corro. Llega el rompemuelles, allí te alcanzo. Has conseguido encenderme, ya estaba dispuesta a dejarte ir. En el rompemuelles riendo te lo digo, Como quieras, pero yo follo. Adelantas enfurecida. Quieres cerrarme el paso de nuevo. A mi izquierda tu furia. A la derecha un camión. Calculo. Años de billar. Acelero y paso. Quedo dos autos delante tuyo. Y río.
Estoy temblando. Voy por calles de Surco y estoy temblando. Voy por calles de barranco y sigo temblando. Creo que he tenido mi primera riña automovilística. Llego al teatro. No hay función, señorita, sólo de viernes a domingo. Naturalmente. Salgo a fumar un cigarro. Recién puedo fumar. Me pregunto qué pasó. Me pregunto a dónde tendría que llegar doña Ácida, que estaba tan apurada.
Pasó una ambulancia.
Me encontré deseando que no fuera para ella.

lunes, 23 de junio de 2008

Dulcinea en el Cuzco

La primera vez que la ví fue de día, en la cuesta de San Blas. O como ella la llamaría luego, en Blas cómo te cuesta la cuesta, o cuesta de no te resbales. Tenía el pelo rasta y rojo fuego, como una enorme melena ardiente. Varios aretes en las orejas y uno en la nariz. Y vestía de colores. De muchos colores. Había algo guerrero en ella. Algo que me recordaba a las Amazonas. Feroces. Pintadas de colores y con plumas de guacamayo, irreverentes, risueñas. Cuando la ví, sentí en mi nariz el lugar donde me llamaba mi propio arete. Descubrí que lo que quería era un arete y no un tatuaje. Aunque Dul ya tenía un tatuaje. Una media luna en la vejiga.
De entrada, algo me echó para atrás con ella. No sé si fue su franqueza fulminante de bonaerense o mi naturaleza competitiva. Recordé. Que mis mejores amigas, todas, me habían generado en un inicio una sensación de rabia y desconfianza. Competencia. Así que, iniciando en Cuzco mi camino hacia la luz, cerré los ojos y traté de bloquear todas mis emanaciones negativas. Porque la chica que tenía enfrente me daba una tremenda curiosidad. Y la extraña senseación de A tí tengo que conocerte, en esta vida, eres tú un tambo en mi camino.
Se llamaba Dulcinea Segura. Yo ya de saque le agradezco a Dios que me de la oportunidad de conocer a una chica en la tierra que se llame Dulcinea Segura, y que sea real. Eso ya representa para mí un hecho surrealista, una puerta dimensional hacia el realismo mágico. Nos hicimos uña y carne.
Dul es cuatro años mayor que yo. Maestrísima. Buey de tierra y tauro. Creo que al inicio no le hice mucha gracia porque ella es una guerrera y yo llevaba grabada en la cara la miseria, el abuso, la rabiá. Recuerdos grises. De ella aprendí muchas cosas. Aprendí que la gente se viste constantemente de gris o negro por dos únicas razones: o porque está deprimida, o porque tiene miedo de conocer sus propios colores. Aprendí que tenía que caminar derecha, porque había algo en mi cuerpo que se llamaba columna vertebral, que había que cuidarla, que servía para bailar y saltar y hacer montones de cosas increíbles que yo no conocía o había olvidado. Me enseñó el camino de la magia, de la luz, de la lógica. Del silencio. Del komplot contra el ego. Propio y reinante. Que caminar con la frente en alto era importante, por que es lo que desea un padre de sus hijos. Que hay que ser valiente. Que hay que tener coraje. Que es preciso viajar, buscar, callar, amar, reír, comer, ser. Que lo único real es éste instante y eso. Tampoco sabemos. Que el único que sabe es el corazón porque en él habita la luz del Kosmos, la creación perfecta, el Gran Amor. Y que tiene formas de comunicarse contigo, a través del kosmos mismo y de todas las otras creaturas. Porque todas llevan la misma luz en el corazón. Y estamos conectados todos, como una gran éter-net.
Tengo demasiado que decir acerca de Dul. Le estoy muy agradecida. Nunca olvido sus colores combativos sobre el fondo de las paredes cuzqueñas de piedra.

Después de Cuzco, Dul se vino conmigo a Lima. Hizo grandes migas con mi viejo. Mi mami la botó de la casa. Lo que era previsible. Dul me estaba enseñando las formas femeninas del combate en la vida, y eso no podía gustarle a mamá, porque implicaba marcarle una distancia y un límite a ella misma. Dul me invitó a seguir el viaje con ella hasta San Andrés, pasando por el parque Tayrona en Santa Marta, Colombia, un lugar donde hay gente que vive calata por elección, selva y mar caribe, levantas la mano y almuerzas mango y cosas del género. Me hacía mucha ilusión el viaje, pero después de ocho meses en Cuzco no hay como no se te afine la intuición y decidí quedarme. Es mi tiempo de estudiar, pensé. Mi familia puede necesitarme. Y efectivamente, ese año le dió un infarto a mi vieja y mi papá se cayó del tercer piso. Gracias a Dios no me agarraron esos accidentes en el paraíso tropical, sin poder volver rapidito, porque nuestro oficio en ese tiempo era ser performers callejeras y artesanas de parche al piso, y así no hay quien viaje rápido, viajas lindo, pero nunca se sabe cuándo ni cómo volverás.

Así que Dulcinea desapareció de mi vida cotidiana. Pero nos escribíamos. Me encantaba recibir sus cartas desde cualquier punto en Latinoamérica. Cuando el correo se esperaba semanas y era en papel y con dibujitos del sitio de donde venía la carta . Un día volvió a Argentina. Duró poco y se fué a Barcelona, buscando la vanguardia. Cuando la volví a ver, ocho años después en Barcelona, ya ella había notado que la vanguardia estaba en Argentina y no en España, y ya se moría de ganas de volver. Estaba delgada y era madre de una bebita maravillosa. Ya no tenía el pelo de leona. Ahora era una leona.

Sólo tuve dos contactos intensos durante el tiempo en que le perdí le rastro, en sueños.
En uno, yo era una gitana vieja que se llama Catalina del Tiempo, un personaje que creé en la escuela de teatro, basado en María, la madre de calle de la que ya hablé. Y ella, Dul, era otra gitana vieja, vieja. Nos encontramos a la orilla del mar, al borde de un desierto ardiente a medio día. Ví de lejos sus ojos amarillos acercarse y la reconocí de inmediato. Hermana. Cuánto tiempo. Nos tomamos las manos y seguimos caminando juntas ahora, regresando sobre mis pasos.
Otro sueño fue un tiempo después, cuando yo ya no quería despertar más. Era difícil para mí explicar la magnitud de lo que estaba viviendo. Intento ser digna además, así que nadie se dió cuenta de lo que me pasaba. Quería no despertar. En esos días soñé con Dul. Otra vez nos encontramos en la orilla de una playa. Pero ésta vez éramos jóvenes. El cielo y el mar eran de color rojo. Escarlata. El mar estaba muy bravo y desde la orilla, vimos una barquita que pasaba cruzando. Quién es? Nos preguntamos. Inmediatamente después me ví a mi misma remando en la barca que cruzaba el mar imposible. Y la voz de Dul en mi oído, preguntando Tanto así?

Tanto, le respondo.

Yo empecé a bailar flamenco por que ella me inspiró y me dió confianza. Y ella, al ver la miseria con patas que yo era, y que aún así me podía parar en un escenario, se motivó también a explorar más a fondo el teatro.

Cuando la volví a ver, en España, yo le decía Dul, esto me lo enseñaste tú, y esto otro también, y ella no recordaba.

Sólo por eso, es más maestra.

jueves, 5 de junio de 2008

Huelga General de Saboteadores- 1er Reporte

He descubierto cuatro estaciones en mi ciclo de vida, dada la observación día a día de los saboteadores internos.
1. Los días Beethoven:
En los que me encuentro irascible, casi violenta en el tráfico, exigente, perfeccionista y metafísicamente un poco sorda a mi sabia voz interior. Días en los que casi no me soporto y en los que tengo que tener cuidado de mí. Profunda capacidad de crítica y observación. Nulidad creativa. Frustración.


2. Los días Vallejianos:

Postariores a los días de Beethoven, se caracterizan por una profunda melancolía y una gran capacidad de percepción del sufrimiento humano cotidiano. Creativamente dolorosos. Sensación gris, húmeda y fría en el alma. Añorar de las tardes de sol de abril. Al terminar esta etapa me enfermo. De cualquier cosa, pero me enfermo seguro.




















3. Los días de la Iluminación:
Una vez que pasa la semana de Vallejo, llegan los días de la iluminación. Es un despertar en mi ánimo, una suerte de primavera. Poderosa y efímera. Etapa creativa óptima. Ganas y posibilidad de trabajar eficientemente en lo cotidiano, efectividad, que le dicen. Revaloración de mí, de mi entorno y de todas mis posibilidades. Sensación de bienestar, combinada con un poco de vergüenza por la falta de fé del tiempo de Beethoven.





4. Los días Renacimiento:
Profundamente inspirados y creativos, llenos de energía y voluntad humanista. Días en los que emprendo proyectos y empiezo a escribir obras (que luego abandono en los días Beethoven). Me provoca salir, ver gente y hasta beber una cervezas. Creo profundamente. En todo.

domingo, 1 de junio de 2008

Los jeans de una transgresora requeteputa

Empezó el invierno. Mis jeans preferidos (deben tener por lo menos 7 años) finalmente se rompieron. Claro que ya estaban manchados, y desflecados e impresentables. Pero tan suavecitos. Terminaron de ceder al paso del tiempo reventando en el lugar que los descalifica para siempre, el culo. Siempre se me rompen los jeanes en el rabo. Mi novio, dulcísimo, me dice, claro, como a las argentinas. Hermoso él. A mi no me parece raro porque ando siempre sentándome en el suelo.

El hecho es que esto me recordó mi adolescencia. Mis jeanes rotos en el culo determinaron muchas cosas. Naturalmente, nunca los he roto yo, se rompían solos. Pero ayer pude ir al Jockey y comprarme unos nuevos, lindos, suavecitos. Ya no se me filtraría el invierno en lugar tan cálido. Tenía el dinero para mis jeans.

Durante toda mi adolescencia no tuve un mango. Mi viejo me enseñó a ser una mujer digna. Mientras tuve que ser pobre aprendí a pintar mi ropa, a ponerle parches creativos y de hecho aplicaba el vintage con cosas compradas en Tacora o sacadas del clóset de mis viejos. Nunca fuí una pobre con ropita nueva- sospechso- . No es muy agradable no tener plata y de adolescente es jodido. Mi viejito era amigo del director del cole y acabé allí milagrosamente, pero el medio en que vives tiene sus propias reglas, y en el que vivía yo, mis jeanes rotos sólo significaban una cosa: transgresión de requeteputa.

Les ponía parches que tarde o temprano se salían, la tela se corría y los huecos terminaban siendo monumentales. Mi propio papito me decía pero K., porqué no botas ésos jeans. Antes habíamos tenido muchísima plata y tal vez mi viejito en ese tiempo todavía no podía darse cuenta de que no cambiaba mis jeans no por transgresora requeteputa, sino porque simplemente, no tenía otra cosa qué ponerme.

Decía que así me gustaban. No quería darle lugar a la gente para hablar de nosotros a nuestras espaldas. Y de hecho los prefería a los panalones que podía tan generosamente cederme alguna tía. No olvidemos que era adolescente. Hubiera podido escoger muchas otras cosas. Robar, putear. Trabajé, pero nunca me alcanzó para comprarme un jean. Politos, como mucho. De chico te explotan mal. Pero es curioso cómo la mayoría de las personas no veían eso. Veían a una terca transgresora requeteputa.

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Es curioso.
Cómo ahora tengo dinero para comprarme jeans nuevos en el Jockey.
A veces sin embargo, me parece que algunas personas aun me vieran como si tuviera puestos mis viejos jeanes rotos en el culo para siempre.

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En todo caso: sigo prefiriendo mis jeanes rotos que su infinita maldad e hipocresía. Requeteputas ustedes, las que se casan por plata, las que esperan un buen partido, las que se enamoran por los regalos, las que hacen ñoña a otras mujeres por ponerse cosas que ustedes jamás se atreverían.

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Transgresora, si, supongo que sí.
Requeteputa, sólo con mi novio.
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Un abrazo a todas esas personas que siguieron siendo mis amigas a pesar de la estupidez del mundo. Gracias. Gracias de verdad. Ustedes son lo máximo.

Pérdida triste, triste...

Ha muerto el padre de uno de mis más entrañables amigos. De un cáncer fulminante que ha dejado a todos sorprendidos, pero que a la vez ha dado tiempo para la despedida. No soy capaz de imaginar el dolor que pueden estar pasando mi amigo y su familia. Yo me quedé con las ganas de abrazar a este señor bueno, como dice mi amigo J. el mejor de los amigos y un padre tan de lujo como el mío. Sólo que este señor también era esposo de su señora de toda la vida. Un tipo generoso siempre lleno de buen humor. Me quedé con ganas de darle un abrazo, y el último recuerdo que tengo de él es el de su voz en el teléfono, yo imaginando su rostro sonriente, casi sintiendo su abrazo. Porque era una de esas personas que te están abrazando todo el tiempo, sólo que no lo demuestran por que son de formas correctas...
Mi amigo el Poeta, está seguro de que se volverán a encontrar en otra vida.
Tiene sentido.
A mi me faltan fuerzas a veces para creer con fé en nada (en eso estamos trabajando).
Pero si hay algo en lo que creo es en tu fuerza y tu voluntad, J.
Salud por el reencuentro, por el abrazo inmenso y sin tiempo, por el sol dorado que teñirá tus lágrimas de alegría, sus canas, todos los recuerdos.

Tengo que escribir. Por que de hablar, no tendría palabras.