lunes, 23 de junio de 2008

Dulcinea en el Cuzco

La primera vez que la ví fue de día, en la cuesta de San Blas. O como ella la llamaría luego, en Blas cómo te cuesta la cuesta, o cuesta de no te resbales. Tenía el pelo rasta y rojo fuego, como una enorme melena ardiente. Varios aretes en las orejas y uno en la nariz. Y vestía de colores. De muchos colores. Había algo guerrero en ella. Algo que me recordaba a las Amazonas. Feroces. Pintadas de colores y con plumas de guacamayo, irreverentes, risueñas. Cuando la ví, sentí en mi nariz el lugar donde me llamaba mi propio arete. Descubrí que lo que quería era un arete y no un tatuaje. Aunque Dul ya tenía un tatuaje. Una media luna en la vejiga.
De entrada, algo me echó para atrás con ella. No sé si fue su franqueza fulminante de bonaerense o mi naturaleza competitiva. Recordé. Que mis mejores amigas, todas, me habían generado en un inicio una sensación de rabia y desconfianza. Competencia. Así que, iniciando en Cuzco mi camino hacia la luz, cerré los ojos y traté de bloquear todas mis emanaciones negativas. Porque la chica que tenía enfrente me daba una tremenda curiosidad. Y la extraña senseación de A tí tengo que conocerte, en esta vida, eres tú un tambo en mi camino.
Se llamaba Dulcinea Segura. Yo ya de saque le agradezco a Dios que me de la oportunidad de conocer a una chica en la tierra que se llame Dulcinea Segura, y que sea real. Eso ya representa para mí un hecho surrealista, una puerta dimensional hacia el realismo mágico. Nos hicimos uña y carne.
Dul es cuatro años mayor que yo. Maestrísima. Buey de tierra y tauro. Creo que al inicio no le hice mucha gracia porque ella es una guerrera y yo llevaba grabada en la cara la miseria, el abuso, la rabiá. Recuerdos grises. De ella aprendí muchas cosas. Aprendí que la gente se viste constantemente de gris o negro por dos únicas razones: o porque está deprimida, o porque tiene miedo de conocer sus propios colores. Aprendí que tenía que caminar derecha, porque había algo en mi cuerpo que se llamaba columna vertebral, que había que cuidarla, que servía para bailar y saltar y hacer montones de cosas increíbles que yo no conocía o había olvidado. Me enseñó el camino de la magia, de la luz, de la lógica. Del silencio. Del komplot contra el ego. Propio y reinante. Que caminar con la frente en alto era importante, por que es lo que desea un padre de sus hijos. Que hay que ser valiente. Que hay que tener coraje. Que es preciso viajar, buscar, callar, amar, reír, comer, ser. Que lo único real es éste instante y eso. Tampoco sabemos. Que el único que sabe es el corazón porque en él habita la luz del Kosmos, la creación perfecta, el Gran Amor. Y que tiene formas de comunicarse contigo, a través del kosmos mismo y de todas las otras creaturas. Porque todas llevan la misma luz en el corazón. Y estamos conectados todos, como una gran éter-net.
Tengo demasiado que decir acerca de Dul. Le estoy muy agradecida. Nunca olvido sus colores combativos sobre el fondo de las paredes cuzqueñas de piedra.

Después de Cuzco, Dul se vino conmigo a Lima. Hizo grandes migas con mi viejo. Mi mami la botó de la casa. Lo que era previsible. Dul me estaba enseñando las formas femeninas del combate en la vida, y eso no podía gustarle a mamá, porque implicaba marcarle una distancia y un límite a ella misma. Dul me invitó a seguir el viaje con ella hasta San Andrés, pasando por el parque Tayrona en Santa Marta, Colombia, un lugar donde hay gente que vive calata por elección, selva y mar caribe, levantas la mano y almuerzas mango y cosas del género. Me hacía mucha ilusión el viaje, pero después de ocho meses en Cuzco no hay como no se te afine la intuición y decidí quedarme. Es mi tiempo de estudiar, pensé. Mi familia puede necesitarme. Y efectivamente, ese año le dió un infarto a mi vieja y mi papá se cayó del tercer piso. Gracias a Dios no me agarraron esos accidentes en el paraíso tropical, sin poder volver rapidito, porque nuestro oficio en ese tiempo era ser performers callejeras y artesanas de parche al piso, y así no hay quien viaje rápido, viajas lindo, pero nunca se sabe cuándo ni cómo volverás.

Así que Dulcinea desapareció de mi vida cotidiana. Pero nos escribíamos. Me encantaba recibir sus cartas desde cualquier punto en Latinoamérica. Cuando el correo se esperaba semanas y era en papel y con dibujitos del sitio de donde venía la carta . Un día volvió a Argentina. Duró poco y se fué a Barcelona, buscando la vanguardia. Cuando la volví a ver, ocho años después en Barcelona, ya ella había notado que la vanguardia estaba en Argentina y no en España, y ya se moría de ganas de volver. Estaba delgada y era madre de una bebita maravillosa. Ya no tenía el pelo de leona. Ahora era una leona.

Sólo tuve dos contactos intensos durante el tiempo en que le perdí le rastro, en sueños.
En uno, yo era una gitana vieja que se llama Catalina del Tiempo, un personaje que creé en la escuela de teatro, basado en María, la madre de calle de la que ya hablé. Y ella, Dul, era otra gitana vieja, vieja. Nos encontramos a la orilla del mar, al borde de un desierto ardiente a medio día. Ví de lejos sus ojos amarillos acercarse y la reconocí de inmediato. Hermana. Cuánto tiempo. Nos tomamos las manos y seguimos caminando juntas ahora, regresando sobre mis pasos.
Otro sueño fue un tiempo después, cuando yo ya no quería despertar más. Era difícil para mí explicar la magnitud de lo que estaba viviendo. Intento ser digna además, así que nadie se dió cuenta de lo que me pasaba. Quería no despertar. En esos días soñé con Dul. Otra vez nos encontramos en la orilla de una playa. Pero ésta vez éramos jóvenes. El cielo y el mar eran de color rojo. Escarlata. El mar estaba muy bravo y desde la orilla, vimos una barquita que pasaba cruzando. Quién es? Nos preguntamos. Inmediatamente después me ví a mi misma remando en la barca que cruzaba el mar imposible. Y la voz de Dul en mi oído, preguntando Tanto así?

Tanto, le respondo.

Yo empecé a bailar flamenco por que ella me inspiró y me dió confianza. Y ella, al ver la miseria con patas que yo era, y que aún así me podía parar en un escenario, se motivó también a explorar más a fondo el teatro.

Cuando la volví a ver, en España, yo le decía Dul, esto me lo enseñaste tú, y esto otro también, y ella no recordaba.

Sólo por eso, es más maestra.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Extraordinaria experiencia... nunca tuve un maestro así a pesar de que lo busqué, hasta envidia quizás siento.

Nos leemos.

K. dijo...

Valió la pena llegar a Cuzco un día gris, limeño. Valió la pena pasar hambre, el frío y extrañar mucho.
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Todo eso valió la pena.

Anónimo dijo...

Recuerdo a Dulcinea, sí la recuerdo. Después me sorprendió verlas en Queirolo de Lima una vez, porque uno piensa que no hay ninguna continuidad entre la forma como lleva uno la vida en Cuzco y como ocurre en Lima. Y entonces, eran como personas (Dulcinea, contigo)que habían llegado de una galaxia muy lejana.

Anónimo dijo...

Qué bueno que ya estás de vuelta y sobrepuesta. La vez pasada reímos con JL y GC acerca de tu caracterización sobre los momentos. Beso

K. dijo...

Seeeeeeeee !!! Aliens de Kojudópolis!!! Viva Dul y el Cuzcoooo!!!
Q tal memoria Paco... Viva el queirolooo!!!
Ese es un post aparte.
Besos y gracias, K.

Anónimo dijo...

me gusta mucho tu blog!

llegue por aca desde el blog lindimismayo y la verdad tus historias son mostras, me engancho altoque.

sigue escribiendo! ( y dile a lindi que postee pronto tambien!)

y.

Rafael dijo...

Una amiga especial es Dulcinea del Cuzco.

Saludos

Anónimo dijo...

¿No sería aquella moza asturiana que servía en una venta, que era ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana? Mas si la verdad ha de ser dicha, la gallardía del cuerpo suplía todas esas faltas: no más de siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, hacíanla mirar al suelo más de lo que ella quiso. Algún día la crucé, antes de que mi señor y yo nos metiéramos en una espesura, adonde mi señor arrimado a su lanza, y yo sobre mi rucio, molidos y cansados de pasadas refriegas con molinos kamikazes o magos mukis, dormimos tres días seguidos.

¿Qué será de ella? Si la viérais señora, os ruego avisarme para alertar a mi señor, picando espuela a mi borrico y sin escrúpulo, acudir en su procura, altísima misión.

K. dijo...

fan, eres la ostia. Jajajajaxxx

K. dijo...

fan, eres la ostia. Jajajajaxxx

rR. dijo...

que chevre, me perdi en el tiempo nose si la historia es actual o de hace tiempo. pero me gusto. y me dieron ganas de conocer a dul. jeje.